Cero / Ander Khäled
"Zenón Kaos fue visto por última vez una mañana de Invierno de hace seis años y medio", escribe Khäled en su cuaderno de notas, "y desde entonces no ha vuelto a saberse nada de él. No es que el hecho en sí sea novedoso en exceso -más bien al contrario, vista la frecuencia con que personas de todo tipo deciden desaparecer, o alguien hace que desaparezcan, o desaparecen, sin mayor explicación aparente, en cualquier punto del globo, a cada momento-, pero más allá de toda conclusión vertebrada grosso modo sobre suposiciones del estilo de "que hubiera pasado si...", o: "pongamos que en lugar de a X fue a Y", lo que de verdad me quita el sueño es el intenso aroma a punto y aparte que destila todo este asunto.
Nos fascina todo aquello que desconocemos, y a menudo acabamos haciendo de ello
nuestra forma de vida.
Supongo."
"Zenón Kaos fue visto por última vez una mañana de Invierno de hace seis años y medio", escribe Khäled en su cuaderno de notas, "y desde entonces no ha vuelto a saberse nada de él. No es que el hecho en sí sea novedoso en exceso -más bien al contrario, vista la frecuencia con que personas de todo tipo deciden desaparecer, o alguien hace que desaparezcan, o desaparecen, sin mayor explicación aparente, en cualquier punto del globo, a cada momento-, pero más allá de toda conclusión vertebrada grosso modo sobre suposiciones del estilo de "que hubiera pasado si...", o: "pongamos que en lugar de a X fue a Y", lo que de verdad me quita el sueño es el intenso aroma a punto y aparte que destila todo este asunto.
Nos fascina todo aquello que desconocemos, y a menudo acabamos haciendo de ello
nuestra forma de vida.
Supongo."
Uno / Matías
La mayor parte del tiempo, un buen hombre, el resto duerme. A veces sueña, pero nunca se acuerda. Se despierta. Cada día. Cada noche se acuesta y piensa: "Tal vez mañana..."
Le gusta jugar al ajedrez, pasear a su perro y releer viejos libros de Historia. Su amada Krisálida, que en paz descanse, era maestra, y no quiso niños corriendo por la casa, pintando las paredes ni ensuciando la piscina. Respecto al último punto se mostró siempre particularmente inflexible, por más que Matías le recordara que no tenían piscina. Ni niños.
Se levanta pronto, al alba. Se afeita, una buena ducha y después un desayuno ligero: café, zumo de naranja, tostadas, un huevo pasado por agua, desazón.
A veces siente que hoy puede ser un gran día, pero no, siempre son días regulares, pachín pachán, y Matías piensa que un día regular no está tan mal, es más, cuatro días regulares está muy bien, y una semana regular es un milagro, o poco menos.
Después del desayuno viene el cigarrito de rigor, el primero de los cuatro que se permite fumar, y tras un minuto treinta y cinco segundos de inhalar y exhalar el humo, defenestra la colilla apurada hasta el filtro en el único cenicero que queda en la casa, el de color verde césped con un ocho horizontal azul dibujado en el centro. Matías mira de reojo a Cous-Cous, su perro, mientras limpia el cenicero en el sumidero de la cocina, y se dispone a hacer lo propio con el resto de la casa. Él sabe que Cous-Cous se está haciendo el dormido, y el perro sabe algo que el humano desconoce por completo, pero eso no es impedimento para que el cánido siga en su ensueño fingido.
Dos años atrás, el perro convenció a Matías de reducir drásticamente la cantidad ingente de nicotina que este consumía diariamente, sobretodo tras la muerte de Krisálida, quien nunca había fumado pero también tenía sus vicios: le encantaba pelar cebollas y escuchar a un mal Aries cantar buenas arias.
-Ese cigarro que fumas como si en ello te fuera la vida siempre es el mismo. Sin embargo, eres tú el que se consume -dijo Cous-Cous una tarde de verano en la que vio especialmente receptivo a su dueño.
El humano no contestó.
Dos / La Lucha Diaria
Matías prepara el cesto con los diferentes productos de limpieza, se lo cuelga al hombro y activa en el ordenador la selección musical que le acompañará en su cruzada contra la vil suciedad: Charles Mingus y sus secuaces díscolos pero eficaces. Cous-Cous abre un ojo al escuchar los primeros acordes, justo a tiempo para ver a Matías subir bailando las escaleras con la escoba a modo de Mingusiano bajo eléctrico.
La sesión de limpieza empieza siempre por lo alto, el desván, y termina siempre por lo bajini, el sótano. Entre uno y otro emplazamiento, la estrategia a seguir en la dura batalla contra los gérmenes ocupa casi todo su pensamiento.
Más allá, tras las sombras del valle neuronal, intuyéndose pero sin dejar sentir su presencia inefable: el vacío, la nada.
Tres / Futilidad Inherente Al Destino
Cuando Cous-Cous escucha a Matías pasar el aspirador por el sótano, sabe que no tardará demasiado en partir rumbo a la Oficina de Correos, así que da un repaso rápido al periódico, consulta en la Red las previsiones del tiempo para las próximas horas y se pone las cuatro botas de agua, la bufanda y el gorro de lana. Si Matías se entretiene en su Recta Final Por La Pulcritud, Cous-Cous aprovecha para quitarle el polvo a su traje de buzo, come un poco de pienso, espera, respira y piensa que ojalá no se encuentre nunca en la tesitura de tener que utilizar la maldita escafandra.
La claustrofobia y él siempre se han llevado a pedir de hocico.
Cuatro / Un Funcionario de Correos.
Nombre Del Sujeto: Ramiro Ramírez Ramírez.
Características Físicas: Ni muy alto, ni muy bajo. Complexión delgada, tirando a ínfima e inexistente. Pelo al rape oxigenado bastante ridículo, las cosas como son. Ojos castaños permanentemente ocultos tras perennes gafas de pasta negra, instaladas estas cómodamente sobre el puente de la nariz (de tamaño considerable y congestionada de por vida). Dos pendientes de plata en el lóbulo de su oreja izquierda: un libro abierto y una araña; dos pendientes de plata en el lóbulo de su oreja derecha: una serpiente y una lechuza dentro de un círculo.
Espacio Para El Recuerdo: Una vez construyó con alambre un arnés que mantenía a su espalda sujetas dos pequeñas alas de algodón blanco; entre ala y ala, otro alambre apuntaba hacia el cielo, y en el extremo un aro dorado pendía, oscilante, sobre su rapada cabeza. Después de la vigésimo cuarta paliza recibida de manos de las Pacificadoras Fuerzas del Orden Público, tiró las alas y el aro dorado al cubo de la basura, hizo un par de cuernecitos con un poco de plastelina roja y se los pegó en la frente con cola. Caminaba por la calle y decía:
-Uuuuh, uuuuh...
Métodos De Esparcimiento: Los días pares, si hace sol, traza líneas invisibles en el aire, configurando así retroproyecciones intangibles a modo de nexo de unión entre esta y las demás realidades dimensionales. Los días impares, aparezca o no el Astro Rey, siente la imperiosa necesidad de ponerse una sandía en la cabeza y bailar una polka desnudo. Cuando le vence el cansancio, recobra fuerzas gracias a un sabroso combinado vitamínico compuesto, así a ojo, de dos cuartas partes de vodka, una de zumo de tomate y otra de ácido lisérgico con denominación de origen. Condimentar con sal, pimienta y cantos bantúes dedicados al Padre Cielo y a la Madre Tierra, para luego asombrarse al ver una piedra vista mil veces; a continuación desear no perder la afición al deseo, siendo consciente al mismo tiempo de que el pensamiento se divide en varios frentes con una eficacia casi absoluta; después asomarse a las alcantarillas y darse cuenta de que cualquier situación, siempre, sin excepción, puede empeorar.
-Uuuuh, uuuuh... -decía Ramirez al caminar por la calle con sus cuernecitos de pega-. Uuuuh, uuuuh...
La mayor parte del tiempo, un buen hombre, el resto duerme. A veces sueña, pero nunca se acuerda. Se despierta. Cada día. Cada noche se acuesta y piensa: "Tal vez mañana..."
Le gusta jugar al ajedrez, pasear a su perro y releer viejos libros de Historia. Su amada Krisálida, que en paz descanse, era maestra, y no quiso niños corriendo por la casa, pintando las paredes ni ensuciando la piscina. Respecto al último punto se mostró siempre particularmente inflexible, por más que Matías le recordara que no tenían piscina. Ni niños.
Se levanta pronto, al alba. Se afeita, una buena ducha y después un desayuno ligero: café, zumo de naranja, tostadas, un huevo pasado por agua, desazón.
A veces siente que hoy puede ser un gran día, pero no, siempre son días regulares, pachín pachán, y Matías piensa que un día regular no está tan mal, es más, cuatro días regulares está muy bien, y una semana regular es un milagro, o poco menos.
Después del desayuno viene el cigarrito de rigor, el primero de los cuatro que se permite fumar, y tras un minuto treinta y cinco segundos de inhalar y exhalar el humo, defenestra la colilla apurada hasta el filtro en el único cenicero que queda en la casa, el de color verde césped con un ocho horizontal azul dibujado en el centro. Matías mira de reojo a Cous-Cous, su perro, mientras limpia el cenicero en el sumidero de la cocina, y se dispone a hacer lo propio con el resto de la casa. Él sabe que Cous-Cous se está haciendo el dormido, y el perro sabe algo que el humano desconoce por completo, pero eso no es impedimento para que el cánido siga en su ensueño fingido.
Dos años atrás, el perro convenció a Matías de reducir drásticamente la cantidad ingente de nicotina que este consumía diariamente, sobretodo tras la muerte de Krisálida, quien nunca había fumado pero también tenía sus vicios: le encantaba pelar cebollas y escuchar a un mal Aries cantar buenas arias.
-Ese cigarro que fumas como si en ello te fuera la vida siempre es el mismo. Sin embargo, eres tú el que se consume -dijo Cous-Cous una tarde de verano en la que vio especialmente receptivo a su dueño.
El humano no contestó.
Dos / La Lucha Diaria
Matías prepara el cesto con los diferentes productos de limpieza, se lo cuelga al hombro y activa en el ordenador la selección musical que le acompañará en su cruzada contra la vil suciedad: Charles Mingus y sus secuaces díscolos pero eficaces. Cous-Cous abre un ojo al escuchar los primeros acordes, justo a tiempo para ver a Matías subir bailando las escaleras con la escoba a modo de Mingusiano bajo eléctrico.
La sesión de limpieza empieza siempre por lo alto, el desván, y termina siempre por lo bajini, el sótano. Entre uno y otro emplazamiento, la estrategia a seguir en la dura batalla contra los gérmenes ocupa casi todo su pensamiento.
Más allá, tras las sombras del valle neuronal, intuyéndose pero sin dejar sentir su presencia inefable: el vacío, la nada.
Tres / Futilidad Inherente Al Destino
Cuando Cous-Cous escucha a Matías pasar el aspirador por el sótano, sabe que no tardará demasiado en partir rumbo a la Oficina de Correos, así que da un repaso rápido al periódico, consulta en la Red las previsiones del tiempo para las próximas horas y se pone las cuatro botas de agua, la bufanda y el gorro de lana. Si Matías se entretiene en su Recta Final Por La Pulcritud, Cous-Cous aprovecha para quitarle el polvo a su traje de buzo, come un poco de pienso, espera, respira y piensa que ojalá no se encuentre nunca en la tesitura de tener que utilizar la maldita escafandra.
La claustrofobia y él siempre se han llevado a pedir de hocico.
Cuatro / Un Funcionario de Correos.
Nombre Del Sujeto: Ramiro Ramírez Ramírez.
Características Físicas: Ni muy alto, ni muy bajo. Complexión delgada, tirando a ínfima e inexistente. Pelo al rape oxigenado bastante ridículo, las cosas como son. Ojos castaños permanentemente ocultos tras perennes gafas de pasta negra, instaladas estas cómodamente sobre el puente de la nariz (de tamaño considerable y congestionada de por vida). Dos pendientes de plata en el lóbulo de su oreja izquierda: un libro abierto y una araña; dos pendientes de plata en el lóbulo de su oreja derecha: una serpiente y una lechuza dentro de un círculo.
Espacio Para El Recuerdo: Una vez construyó con alambre un arnés que mantenía a su espalda sujetas dos pequeñas alas de algodón blanco; entre ala y ala, otro alambre apuntaba hacia el cielo, y en el extremo un aro dorado pendía, oscilante, sobre su rapada cabeza. Después de la vigésimo cuarta paliza recibida de manos de las Pacificadoras Fuerzas del Orden Público, tiró las alas y el aro dorado al cubo de la basura, hizo un par de cuernecitos con un poco de plastelina roja y se los pegó en la frente con cola. Caminaba por la calle y decía:
-Uuuuh, uuuuh...
Métodos De Esparcimiento: Los días pares, si hace sol, traza líneas invisibles en el aire, configurando así retroproyecciones intangibles a modo de nexo de unión entre esta y las demás realidades dimensionales. Los días impares, aparezca o no el Astro Rey, siente la imperiosa necesidad de ponerse una sandía en la cabeza y bailar una polka desnudo. Cuando le vence el cansancio, recobra fuerzas gracias a un sabroso combinado vitamínico compuesto, así a ojo, de dos cuartas partes de vodka, una de zumo de tomate y otra de ácido lisérgico con denominación de origen. Condimentar con sal, pimienta y cantos bantúes dedicados al Padre Cielo y a la Madre Tierra, para luego asombrarse al ver una piedra vista mil veces; a continuación desear no perder la afición al deseo, siendo consciente al mismo tiempo de que el pensamiento se divide en varios frentes con una eficacia casi absoluta; después asomarse a las alcantarillas y darse cuenta de que cualquier situación, siempre, sin excepción, puede empeorar.
-Uuuuh, uuuuh... -decía Ramirez al caminar por la calle con sus cuernecitos de pega-. Uuuuh, uuuuh...
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Hala, despáchate a gusto. Pero ya sabes, pórtate bien o te despacho yo a ti, que para eso soy un mapache rabioso.