«"Toda duda brota de las experiencias pasadas. Pero el pasado desaparece. Antaño conocíamos el
pasado, pero no el futuro. Esto está cambiando -dijo ella-. Necesitamos una nueva teoría del tiempo.»
Don DeLillo / Cosmópolis.
pasado, pero no el futuro. Esto está cambiando -dijo ella-. Necesitamos una nueva teoría del tiempo.»
Don DeLillo / Cosmópolis.
siete
Espacio y Tiempo son dos conceptos extraños, o al menos eso creo.
Mientras sigo mirando al exterior a través de la ventanilla de la ambulancia, de camino al hospital, Mistress Nonstress enciende un cigarro y dice:
—Te hemos echado de menos, en serio.
¿Has tenido alguna vez un sueño en el que crees que despiertas pero sigues durmiendo?
Por lo que sé, mi vida es un constante dejà vú gracias a un contrato incumplido, una ventana abierta y un “te quiero” dicho a destiempo.
Seguía lloviendo cuando he salido de la librería rumbo a La Plaza de los Cuatro Elementos, y sigue lloviendo ahora, una hora después, cuando mi primo Piotr, tendido en la camilla de la ambulancia, da una calada al cigarro que Mistress Nonstress le coloca en los labios.
—A lo mejor sí que tendría que haberme hecho la manicura. Pero vosotros tranquis, ¿eh? Ya no me duele tanto —dice Piotr, y añade-. Nunca hubiera imaginado que pudiera salirme tanta sangre del rabo.
—Así comprenderás un poco mejor lo que significa ser mujer. —dice Mistress Nonstress.
—Mujer, dolor de ovarios, perdón, de huevos, no tengo... Las cosas como son.
Mistress Nonstress le propina un soberano puñetazo en los testículos y me da una pastilla de color azul cielo.
—¡Mecagoen...! —dice mi primo, y expulsa el humo.
—Este es el mejor remedio que nunca nadie ofrecerá a esos tristes ojos tuyos... —dice Mistress Nonstress mirándome fijamente . La pastilla reposa bajo mi lengua.
La noticia buena es que mi primo Piotr, por fin, ha conseguido que Lucy Estrellas, directiva de una conocida empresa de telefonía móvil, dijera esta noche : "Bendice, Señor, estos alimentos que vamos a comer."
La noticia mala es que mi primo Piotr, al escuchar semejantes palabras tanto tiempo anheladas, se ha bajado demasiado rápido la cremallera y el calzoncillo con los dedos pulgar e índice de su mano derecha.
Al salir de la librería, tres cuartos de hora atrás, Toribio Pérez Manriquencia -la torre humana- estaba durmiendo en el asiento del conductor con el gatito multicolor en su regazo. De foto; foto cutre, pero de foto. Hasta me ha sabido mal despertarles cuando he cerrado la puerta del coche con fuerza.
A veces mentir es tan fácil como darle un caramelo envenenado a un niño, sonreír y decirle: «nunca aceptes regalos de desconocidos.»
—¿A dónde? —ha dicho la torre humana en el taxi. Un bostezo. El gatito me ha visto entrar, y en dos saltos (del asiento del conductor al del copiloto, y de éste al asiento trasero) ha vuelto a meterse en la bolsa de deporte.
—Al Hotel Flamenco, por favor. —he dicho yo.
—Meeeeoooow. —Ha dicho el gato.
—No sé porqué no me sorprende oír eso... —ha dicho Toribio Pérez Manriquencia, la torre humana. Otro bostezo.
¿Me lo parece a mí o soy el único sorprendido de que nadie se sorprenda porque vaya a vivir al Hotel Flamenco?
Para irte poniendo en situación, el problema no es que Piotr se coma las uñas, el problema es que utilice el llamado "Sistema Digital". Por si no lo sabías, dicho sistema consiste en utilizar una uña de la mano izquierda para arrancar, lo más cerca posible de la raíz, otra uña de la mano derecha. Y viceversa.
Ese tipo de cosas que la gente de sangre azul no suele hacer.
—Anestesia, por favor, anestesia... Virgen santa... Qué dolor... —dice Piotr extendiendo sus manos, ambas dos, hacia su bajo vientre, donde ha recibido el puñetazo apenas segundos antes.
—Sé que no me recuerdas —dice Mistress Nonstress mirándome fijamente—, pero quizá sea mejor así; quizá lo que te ocurrió fuera una bendición, después de todo. El particular beso en la frente de Dios a uno de sus hijos predilectos.
Y suelta una carcajada.
Uno de los problemas inherentes a semejante técnica de extracción es que siempre queda algún rastro de uña extrovertida que sobresale peligrosamente.
El tipo de uña que no querrías que tu novio tuviera. El tipo de uña que hace que lleves a tu novio a un bazar chino, y como quien no quiere la cosa exclames, toda alborozada:
—¡Mira, tienen limas de cartón esmerilado! ¡Vamos a comprar tres paquetes!
Este dato es importante: la uña del dedo pulgar de Piotr era extrovertida. Muy extrovertida.
—¡Un poco de silencio ahí atrás! Ni que fuera esto un after-auars, joder... —dice el conductor de la ambulancia, un tipo sin pelo disfrazado de pantera rosa, pero verde, y aquejado, aunque aún no lo sepa, de una extraña afección pulmonar. En dos meses, caerá en coma. En tres meses, exhalará su último aliento. Aún así, ni uñas ni pelo seguirán creciendo después de muerto.
Incluso en eso nos han estado mintiendo.
—No puedo respirar... —logra articular mi primo.
—No caerá esa breva... —dice Mistress Nonstress, y añade, dirigiéndose a mí—. Puedes quedarte en el Hotel tanto tiempo como quieras. Todavía guardo todas tus cintas. Quizá escucharlas te ayude a recordar.
—¿Cintas? ¿Qué cintas? —digo—. Y ya que estamos, ¿se puede saber quién carajo es usted?
Y es que es cierto que el desconcierto campa a sus anchas en estos últimos tiempos.
En el taxi, media hora atrás, Toribio Pérez Manriquencia ha dicho:
—¿Ves ese restaurante de ahí? ¿"El Caracol Caracola"? Es de mi hermano mayor. Si quieres llenarte el estómago a base de bien sin que el bolsillo te tiemble demasiado, este es tu sitio. Sólo tienes que decirles que vas de mi parte.
—Gracias por la información, lo tendré en cuenta. —he dicho. A veces puedo ser tan educado que apesto. Otras, simplemente apesto.
—Así que vuelves a casa, ¿eh? Eso está bien. Un hombre necesita saber a qué lugar pertenece. Por cierto, tu gato es un rato simpático... ¿Cómo se llama?
—Monte Rushdie.
—Mola. —Mienten sus ojos desde el pequeño retrovisor. Creo que se ha dado cuenta de que yo le he mentido primero al decirle ese nombre.
Delante del restaurante: una prostituta china discutiendo con su chulo.
Desde una ventana enfrente del restaurante: una niña pequeña mirando a su madre en la calle; llora.
Desde una ventana que hay delante de la ventana que hay frente al restaurante: Ramiro Ramírez Ramírez -de profesión: ex-cartero- escribiendo a la luz de una vela.
Espacio y Tiempo son dos conceptos extraños, o al menos eso creo.
Mientras sigo mirando al exterior a través de la ventanilla de la ambulancia, de camino al hospital, Mistress Nonstress enciende un cigarro y dice:
—Te hemos echado de menos, en serio.
¿Has tenido alguna vez un sueño en el que crees que despiertas pero sigues durmiendo?
Por lo que sé, mi vida es un constante dejà vú gracias a un contrato incumplido, una ventana abierta y un “te quiero” dicho a destiempo.
Seguía lloviendo cuando he salido de la librería rumbo a La Plaza de los Cuatro Elementos, y sigue lloviendo ahora, una hora después, cuando mi primo Piotr, tendido en la camilla de la ambulancia, da una calada al cigarro que Mistress Nonstress le coloca en los labios.
—A lo mejor sí que tendría que haberme hecho la manicura. Pero vosotros tranquis, ¿eh? Ya no me duele tanto —dice Piotr, y añade-. Nunca hubiera imaginado que pudiera salirme tanta sangre del rabo.
—Así comprenderás un poco mejor lo que significa ser mujer. —dice Mistress Nonstress.
—Mujer, dolor de ovarios, perdón, de huevos, no tengo... Las cosas como son.
Mistress Nonstress le propina un soberano puñetazo en los testículos y me da una pastilla de color azul cielo.
—¡Mecagoen...! —dice mi primo, y expulsa el humo.
—Este es el mejor remedio que nunca nadie ofrecerá a esos tristes ojos tuyos... —dice Mistress Nonstress mirándome fijamente . La pastilla reposa bajo mi lengua.
La noticia buena es que mi primo Piotr, por fin, ha conseguido que Lucy Estrellas, directiva de una conocida empresa de telefonía móvil, dijera esta noche : "Bendice, Señor, estos alimentos que vamos a comer."
La noticia mala es que mi primo Piotr, al escuchar semejantes palabras tanto tiempo anheladas, se ha bajado demasiado rápido la cremallera y el calzoncillo con los dedos pulgar e índice de su mano derecha.
Al salir de la librería, tres cuartos de hora atrás, Toribio Pérez Manriquencia -la torre humana- estaba durmiendo en el asiento del conductor con el gatito multicolor en su regazo. De foto; foto cutre, pero de foto. Hasta me ha sabido mal despertarles cuando he cerrado la puerta del coche con fuerza.
A veces mentir es tan fácil como darle un caramelo envenenado a un niño, sonreír y decirle: «nunca aceptes regalos de desconocidos.»
—¿A dónde? —ha dicho la torre humana en el taxi. Un bostezo. El gatito me ha visto entrar, y en dos saltos (del asiento del conductor al del copiloto, y de éste al asiento trasero) ha vuelto a meterse en la bolsa de deporte.
—Al Hotel Flamenco, por favor. —he dicho yo.
—Meeeeoooow. —Ha dicho el gato.
—No sé porqué no me sorprende oír eso... —ha dicho Toribio Pérez Manriquencia, la torre humana. Otro bostezo.
¿Me lo parece a mí o soy el único sorprendido de que nadie se sorprenda porque vaya a vivir al Hotel Flamenco?
Para irte poniendo en situación, el problema no es que Piotr se coma las uñas, el problema es que utilice el llamado "Sistema Digital". Por si no lo sabías, dicho sistema consiste en utilizar una uña de la mano izquierda para arrancar, lo más cerca posible de la raíz, otra uña de la mano derecha. Y viceversa.
Ese tipo de cosas que la gente de sangre azul no suele hacer.
—Anestesia, por favor, anestesia... Virgen santa... Qué dolor... —dice Piotr extendiendo sus manos, ambas dos, hacia su bajo vientre, donde ha recibido el puñetazo apenas segundos antes.
—Sé que no me recuerdas —dice Mistress Nonstress mirándome fijamente—, pero quizá sea mejor así; quizá lo que te ocurrió fuera una bendición, después de todo. El particular beso en la frente de Dios a uno de sus hijos predilectos.
Y suelta una carcajada.
Uno de los problemas inherentes a semejante técnica de extracción es que siempre queda algún rastro de uña extrovertida que sobresale peligrosamente.
El tipo de uña que no querrías que tu novio tuviera. El tipo de uña que hace que lleves a tu novio a un bazar chino, y como quien no quiere la cosa exclames, toda alborozada:
—¡Mira, tienen limas de cartón esmerilado! ¡Vamos a comprar tres paquetes!
Este dato es importante: la uña del dedo pulgar de Piotr era extrovertida. Muy extrovertida.
—¡Un poco de silencio ahí atrás! Ni que fuera esto un after-auars, joder... —dice el conductor de la ambulancia, un tipo sin pelo disfrazado de pantera rosa, pero verde, y aquejado, aunque aún no lo sepa, de una extraña afección pulmonar. En dos meses, caerá en coma. En tres meses, exhalará su último aliento. Aún así, ni uñas ni pelo seguirán creciendo después de muerto.
Incluso en eso nos han estado mintiendo.
—No puedo respirar... —logra articular mi primo.
—No caerá esa breva... —dice Mistress Nonstress, y añade, dirigiéndose a mí—. Puedes quedarte en el Hotel tanto tiempo como quieras. Todavía guardo todas tus cintas. Quizá escucharlas te ayude a recordar.
—¿Cintas? ¿Qué cintas? —digo—. Y ya que estamos, ¿se puede saber quién carajo es usted?
Y es que es cierto que el desconcierto campa a sus anchas en estos últimos tiempos.
En el taxi, media hora atrás, Toribio Pérez Manriquencia ha dicho:
—¿Ves ese restaurante de ahí? ¿"El Caracol Caracola"? Es de mi hermano mayor. Si quieres llenarte el estómago a base de bien sin que el bolsillo te tiemble demasiado, este es tu sitio. Sólo tienes que decirles que vas de mi parte.
—Gracias por la información, lo tendré en cuenta. —he dicho. A veces puedo ser tan educado que apesto. Otras, simplemente apesto.
—Así que vuelves a casa, ¿eh? Eso está bien. Un hombre necesita saber a qué lugar pertenece. Por cierto, tu gato es un rato simpático... ¿Cómo se llama?
—Monte Rushdie.
—Mola. —Mienten sus ojos desde el pequeño retrovisor. Creo que se ha dado cuenta de que yo le he mentido primero al decirle ese nombre.
Delante del restaurante: una prostituta china discutiendo con su chulo.
Desde una ventana enfrente del restaurante: una niña pequeña mirando a su madre en la calle; llora.
Desde una ventana que hay delante de la ventana que hay frente al restaurante: Ramiro Ramírez Ramírez -de profesión: ex-cartero- escribiendo a la luz de una vela.
"Día cero: Acabo de instalarme en mi nueva habitación, y no está mal del todo. En cuanto
consiga librarme de ratas, chinches y vendedores de enciclopedias será un pequeño paraíso. Nota:
¿"Quizá" se escribe con ese o sin ese final? DOCUMENTARSE."
consiga librarme de ratas, chinches y vendedores de enciclopedias será un pequeño paraíso. Nota:
¿"Quizá" se escribe con ese o sin ese final? DOCUMENTARSE."
En la ambulancia, ahora, el conductor dice:
—Si prestan atención a la ventanilla que queda a su derecha, podrán ustedes ver el puente sobre el río Guay, célebre por ser el lugar donde Zenón Kaos fue hallado tras su primer intento de suicidio —tose, cofcofcof, y añade—. Les recuerdo que tienen ustedes a su disposición un amplio surtido de cortinas para cuarto de baño, chocolates y garfios, que podrán adquirir a un precio irrisorio al final del trayecto. Gracias.
—En otro tiempo, tú y yo fuimos buenos amigos. Después... las cosas se torcieron un poco —dice Mistress Nonstress, que apaga el cigarro en una bandeja de plástico repleta de vendas de distintos tamaños, y añade—. Te hemos preparado tu antigua habitación. Queremos que te sientas como en casa, ¿sabes?
—Mi niño, lo siento, mi niño... ¡Dime algo, Willy, dime algo! —dice Piotr, en amena conversación unilateral con su dañada hombría.
Un cuarto de hora atrás, el taxi se ha detenido frente a un vetusto edificio que, sin duda, conoció tiempos mejores. En la fachada, un rótulo de neón rosa se enciende y apaga al compás de algún ritmo que nadie nunca será capaz de escuchar. Y mucho menos comprender.
—Quédese el cambio, y gracias por todo.
—No hay de qué. Esta es mi tarjeta. Llámame cuando necesites moverte por aquí. Y no te olvides del restaurante. El goulash está cojonudo...
Y el taxi desaparece.
Por alguna extraña razón, cada vez que veo un coche salir disparado me quedo embobado mirando. De fondo, una sirena sonando. Bocinazos.
—Meeeeooowww...
—Lo sé. Yo tampoco le echaré de menos. Bueno, gato, bienvenido al Hotel Flamenco, nuestra nueva casa. ¿Crees que...
Entonces:
Mi mano derecha en el aire, dispuesta a empujar la puerta de entrada.
Y:
La puerta que se abre de repente, y Lucy Estrellas -directiva de una conocida compañía de telefonía móvil-, que sale corriendo:
—Lo sabía, lo sabía, lo sabía... ¡Siempre tiene que pasar algo!
En este momento, ahora, en la ambulancia, el conductor dice:
—Si prestan atención a la ventanilla que queda a su izquierda, podrán ustedes ver el afamado restaurante "El Caracol Caracola", que casualmente es propiedad de mi tío. No dejen de visitarlo en cuanto tengan ocasión. Aceptan tarjetas de crédito y transfusiones de sangre.
A eso se le llama Publicidad Emergente aplicada al mundo real, creo.
Delante del restaurante: un charco de sangre.
Una ventana vacía.
Desde la ventana que hay delante de la ventana vacía que hay frente al restaurante: Ramiro Ramírez Ramírez –el Agente por la Causalidad del Espacio y el Tiempo nº 13/03- escribiendo a la luz de una ya casi finiquitada vela:
—Si prestan atención a la ventanilla que queda a su derecha, podrán ustedes ver el puente sobre el río Guay, célebre por ser el lugar donde Zenón Kaos fue hallado tras su primer intento de suicidio —tose, cofcofcof, y añade—. Les recuerdo que tienen ustedes a su disposición un amplio surtido de cortinas para cuarto de baño, chocolates y garfios, que podrán adquirir a un precio irrisorio al final del trayecto. Gracias.
—En otro tiempo, tú y yo fuimos buenos amigos. Después... las cosas se torcieron un poco —dice Mistress Nonstress, que apaga el cigarro en una bandeja de plástico repleta de vendas de distintos tamaños, y añade—. Te hemos preparado tu antigua habitación. Queremos que te sientas como en casa, ¿sabes?
—Mi niño, lo siento, mi niño... ¡Dime algo, Willy, dime algo! —dice Piotr, en amena conversación unilateral con su dañada hombría.
Un cuarto de hora atrás, el taxi se ha detenido frente a un vetusto edificio que, sin duda, conoció tiempos mejores. En la fachada, un rótulo de neón rosa se enciende y apaga al compás de algún ritmo que nadie nunca será capaz de escuchar. Y mucho menos comprender.
No entiendo cómo el populacho en pleno no se levanta en armas, enarbolando antorchas y sacos de cal viva, cuando lee frases como: "El taxi se ha detenido frente a un vetusto edificio que, sin duda, conoció tiempos mejores."
—Quédese el cambio, y gracias por todo.
—No hay de qué. Esta es mi tarjeta. Llámame cuando necesites moverte por aquí. Y no te olvides del restaurante. El goulash está cojonudo...
Y el taxi desaparece.
Por alguna extraña razón, cada vez que veo un coche salir disparado me quedo embobado mirando. De fondo, una sirena sonando. Bocinazos.
—Meeeeooowww...
—Lo sé. Yo tampoco le echaré de menos. Bueno, gato, bienvenido al Hotel Flamenco, nuestra nueva casa. ¿Crees que...
Entonces:
Mi mano derecha en el aire, dispuesta a empujar la puerta de entrada.
Y:
La puerta que se abre de repente, y Lucy Estrellas -directiva de una conocida compañía de telefonía móvil-, que sale corriendo:
—Lo sabía, lo sabía, lo sabía... ¡Siempre tiene que pasar algo!
En este momento, ahora, en la ambulancia, el conductor dice:
—Si prestan atención a la ventanilla que queda a su izquierda, podrán ustedes ver el afamado restaurante "El Caracol Caracola", que casualmente es propiedad de mi tío. No dejen de visitarlo en cuanto tengan ocasión. Aceptan tarjetas de crédito y transfusiones de sangre.
A eso se le llama Publicidad Emergente aplicada al mundo real, creo.
Delante del restaurante: un charco de sangre.
Una ventana vacía.
Desde la ventana que hay delante de la ventana vacía que hay frente al restaurante: Ramiro Ramírez Ramírez –el Agente por la Causalidad del Espacio y el Tiempo nº 13/03- escribiendo a la luz de una ya casi finiquitada vela:
“Primera noche en la nueva habitación, acabo de presenciar mi primer asesinato en esta
ciudad. No el que me ha sido asignado; el de alguien otro. Alguna otra, en este caso. Me imaginaba que
sería más ruidoso, no sé, con más gritos... Pero no. El cuchillo ha entrado y salido y ella ha caído, fin.
En otro orden de cosas: me duele el estómago. Creo que no debería haber aceptado ese segundo plato de
Goulash. Ni la segunda botella de vino. Recordatorio: Hay que encontrar una lavandería para hacer la
colada. Corolario al Recordatorio: Hay que ensuciar la ropa antes de hacer la colada."
ciudad. No el que me ha sido asignado; el de alguien otro. Alguna otra, en este caso. Me imaginaba que
sería más ruidoso, no sé, con más gritos... Pero no. El cuchillo ha entrado y salido y ella ha caído, fin.
En otro orden de cosas: me duele el estómago. Creo que no debería haber aceptado ese segundo plato de
Goulash. Ni la segunda botella de vino. Recordatorio: Hay que encontrar una lavandería para hacer la
colada. Corolario al Recordatorio: Hay que ensuciar la ropa antes de hacer la colada."
Diez minutos atrás, Mistress Nonstress está de pie en el umbral de la puerta del Hotel Flamenco, observando cómo Lucy Estrellas gira la esquina corriendo y desaparece de nuestra vista. Y entonces me ve. No parece sorprendida. Al gato ni siquiera lo mira.
—¿Ya estás aquí? Te esperábamos hacia media noche. Tu primo ha tenido un pequeño accidente con su... ejem...
Y:
La ambulancia aparece con la sirena sonando a todo trapo y aparca, con un chirrido de frenos calificable de cualquier modo excepto "sutil", en el mismo lugar donde todavía están las marcas de neumáticos del taxi. La puerta del conductor se abre y un tipo sin pelo y disfraz de pantera rosa, pero verde, baja del vehículo.
Y en la pechera del disfraz: manchas de sangre.
—Cagoenla... Parece que no haya nadie más para atender las urgencias, carajo... Sra. Nonstress, si hace falta amputar no hay problema, acabo de afilar el hacha.
Y:
La voz semi-borracha de mi primo semi-imbécil desde la recepción del hotel:
—¡Te he oído, cabrón! ¡De amputar, nada! ¡Y me debes 75 Arkos del traje!
En este momento, ahora, el conductor dice:
—Al habla el Capitán Flema, responsable de este vehículo. Tengo el placer de informarles de que estamos llegando a Urgencias, nuestro destino. Recuerden que no deben desabrochar sus cinturones de seguridad hasta que el vehículo se haya detenido completamente. Una vez más, les agradecemos que hayan utilizado nuestra compañía para su urgencia médica y les deseamos una agradable estancia en el hospital. Y a ti, Piotr, ojalá te corten la polla, cabrón, este disfraz pica que no veas...
—No lo laves con agua fría o se te encogerá —dice Piotr. La puerta trasera de la ambulancia se abre y un par de fornidos enfermeros lanzan la camilla al exterior—. ¡Ey, vosotros! ¿Qué os habéis creído que es esto? ¿El Primer Certamen de Camillas Voladoras?
—Pasado, Presente y Futuro sólo existen en nuestra cabeza —dice Mistress Nonstress, y añade—. Tú mismo me lo dijiste hace tiempo.
Y desaparece tras la Camilla Voladora por la puerta que lleva a la Sala de Urgencias.
Para irte poniendo en situación, el problema es que cuando Piotr se ha bajado demasiado rápido la cremallera y el calzoncillo con los dedos pulgar e índice de su mano derecha, la extrovertida uña de dicho pulgar ha entrado "demasiado en contacto" con su órgano reproductor semi-erecto.
¿Te dice algo aquella máxima que habla de dos puntos y una línea recta? Pues los dos puntos y la línea semi-erecta de Piotr tienen su propia teoría al respecto.
Desde la puerta del hotel, seis minutos antes de que todo esto ocurriera, una voz femenina ha dicho:
—Hola. Hace un rato también estabas en la librería, ¿no?
En ese momento he comprendido porqué mi hermano se enamoró de ti cuando te vio por primera vez. Aunque no lo recuerde.
Antes de subirme a la ambulancia, apenas cinco minutos atrás, me has dicho:
—No has cambiado nada. Bueno, estás un poco más flaco...
Tú y tu cascada de pelo rojo, tu cascada de pelo rojo y tú; y en medio: yo, maldiciéndome por no recordar tu nombre.
Antes de que se cerrara la puerta de la ambulancia, cuatro minutos y medio atrás, has dicho:
—¿En serio lo has olvidado todo? Menudo desastre estás hecho... Puedes irte tranquilo, tu gato está a salvo conmigo. ¡Ah! Me llamo Marilyn. Marilyn K. Trabajo y vivo aquí, en el hotel. Yo estaba casada con...
La portezuela se ha cerrado, y otra puerta se ha abierto momentáneamente en mi cabecita amnésica mientras te veía a través de la ventanilla de la ambulancia decirme adiós con la mano, de camino al hospital.
—¿Ya estás aquí? Te esperábamos hacia media noche. Tu primo ha tenido un pequeño accidente con su... ejem...
Y:
La ambulancia aparece con la sirena sonando a todo trapo y aparca, con un chirrido de frenos calificable de cualquier modo excepto "sutil", en el mismo lugar donde todavía están las marcas de neumáticos del taxi. La puerta del conductor se abre y un tipo sin pelo y disfraz de pantera rosa, pero verde, baja del vehículo.
Y en la pechera del disfraz: manchas de sangre.
—Cagoenla... Parece que no haya nadie más para atender las urgencias, carajo... Sra. Nonstress, si hace falta amputar no hay problema, acabo de afilar el hacha.
Y:
La voz semi-borracha de mi primo semi-imbécil desde la recepción del hotel:
—¡Te he oído, cabrón! ¡De amputar, nada! ¡Y me debes 75 Arkos del traje!
En este momento, ahora, el conductor dice:
—Al habla el Capitán Flema, responsable de este vehículo. Tengo el placer de informarles de que estamos llegando a Urgencias, nuestro destino. Recuerden que no deben desabrochar sus cinturones de seguridad hasta que el vehículo se haya detenido completamente. Una vez más, les agradecemos que hayan utilizado nuestra compañía para su urgencia médica y les deseamos una agradable estancia en el hospital. Y a ti, Piotr, ojalá te corten la polla, cabrón, este disfraz pica que no veas...
—No lo laves con agua fría o se te encogerá —dice Piotr. La puerta trasera de la ambulancia se abre y un par de fornidos enfermeros lanzan la camilla al exterior—. ¡Ey, vosotros! ¿Qué os habéis creído que es esto? ¿El Primer Certamen de Camillas Voladoras?
—Pasado, Presente y Futuro sólo existen en nuestra cabeza —dice Mistress Nonstress, y añade—. Tú mismo me lo dijiste hace tiempo.
Y desaparece tras la Camilla Voladora por la puerta que lleva a la Sala de Urgencias.
Para irte poniendo en situación, el problema es que cuando Piotr se ha bajado demasiado rápido la cremallera y el calzoncillo con los dedos pulgar e índice de su mano derecha, la extrovertida uña de dicho pulgar ha entrado "demasiado en contacto" con su órgano reproductor semi-erecto.
¿Te dice algo aquella máxima que habla de dos puntos y una línea recta? Pues los dos puntos y la línea semi-erecta de Piotr tienen su propia teoría al respecto.
Desde la puerta del hotel, seis minutos antes de que todo esto ocurriera, una voz femenina ha dicho:
—Hola. Hace un rato también estabas en la librería, ¿no?
En ese momento he comprendido porqué mi hermano se enamoró de ti cuando te vio por primera vez. Aunque no lo recuerde.
Antes de subirme a la ambulancia, apenas cinco minutos atrás, me has dicho:
—No has cambiado nada. Bueno, estás un poco más flaco...
Tú y tu cascada de pelo rojo, tu cascada de pelo rojo y tú; y en medio: yo, maldiciéndome por no recordar tu nombre.
Antes de que se cerrara la puerta de la ambulancia, cuatro minutos y medio atrás, has dicho:
—¿En serio lo has olvidado todo? Menudo desastre estás hecho... Puedes irte tranquilo, tu gato está a salvo conmigo. ¡Ah! Me llamo Marilyn. Marilyn K. Trabajo y vivo aquí, en el hotel. Yo estaba casada con...
La portezuela se ha cerrado, y otra puerta se ha abierto momentáneamente en mi cabecita amnésica mientras te veía a través de la ventanilla de la ambulancia decirme adiós con la mano, de camino al hospital.
Ha sido entonces cuando Mistress Nonstress ha encendido un cigarro y ha dicho:
—Te hemos echado de menos, en serio.
En este momento, ahora, frente al hospital, escupo la pastilla azul oculta bajo la lengua y oigo una voz que dice:
—He pensado que quizá te gustaría recuperar esto. Lo olvidaste en el asiento trasero del taxi…
De pie, apoyado en la puerta del conductor, Toribio Pérez Manriquencia –la torre humana-, con el libro de Zenón entre las manos. Libro que, ahora que lo pienso, ni siquiera recuerdo haber llegado a comprar. O sufro de cleptomanía galopante o la amnesia vuelve a hacer de las suyas.
—Tampoco recuerdas demasiado de Guideon… Y eso no significa que no tuvieras un hermano gemelo. Ahora me pregunto si quieres que alguien te diga la razón por la que tú estás vivo y él está muerto.
Espacio y Tiempo son dos conceptos extraños.
Antes lo creía.
Ahora lo sé.
En serio.
—Te hemos echado de menos, en serio.
En este momento, ahora, frente al hospital, escupo la pastilla azul oculta bajo la lengua y oigo una voz que dice:
—He pensado que quizá te gustaría recuperar esto. Lo olvidaste en el asiento trasero del taxi…
De pie, apoyado en la puerta del conductor, Toribio Pérez Manriquencia –la torre humana-, con el libro de Zenón entre las manos. Libro que, ahora que lo pienso, ni siquiera recuerdo haber llegado a comprar. O sufro de cleptomanía galopante o la amnesia vuelve a hacer de las suyas.
—Tampoco recuerdas demasiado de Guideon… Y eso no significa que no tuvieras un hermano gemelo. Ahora me pregunto si quieres que alguien te diga la razón por la que tú estás vivo y él está muerto.
Espacio y Tiempo son dos conceptos extraños.
Antes lo creía.
Ahora lo sé.
En serio.
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Hala, despáchate a gusto. Pero ya sabes, pórtate bien o te despacho yo a ti, que para eso soy un mapache rabioso.