¿Qué es @iCoercitivo?
Pues empezó siendo un tuit que era radicalmente distinto a todos los que había escrito hasta el momento.
Entonces escribí más tuits que respiraban parecido a ése: algunos más cortos, otros más largos; algunos más serios, otros más tristes. Y unos cuantos más que podían ser de 140 caracteres pero que en realidad iban a tropecientas mil revoluciones por minuto.
Pasado un tiempo dejé de escribirlos. No sé. Se me fue el aire así, pataplof, como casi siempre sucede todo en mi vida: de repente.
Y un día decidí juntar los que más me gustaban y lavarles un poco la cara, recortarles la barba, dejarles crecer las patillas... Ese tipo de cosas.
Durante más de un año tuve la idea de auto-publicarlo en una especie de libro, pero el resultado era raro-raro-raro. No raro-raro-raro como cuando ves a un gato anaranjado loco por la lasaña, no, qué va... Más bien raro-raro-raro como cuando le meas en la boca por error a tu compañera de piso alemana de madrugada y al día siguiente no te atreves a pedirle que te pase la mantequilla durante el desayuno. Supongo que habéis pillado la idea.
Y como el proceso se estaba alargando en demasía, pues eso, que he decidido devolver esos tuits asalvajados a su hábitat natural, que es la red del pajarito azul. Para que respiren otra vez. Y tal. Todos junticos ahí, haciendo esas cosas de tuits que hacen los tuits cuando se juntan en sitios en los que suelen juntarse los tuits para hacer sus cosas de tuits que hacen cosas.
Y me hace ilusioncica. Porque les he cogido cariño, a los jodíos. Sí sí sí.
Supongo que algunos os sonarán. A lo mejor otros no. Que sea lo que El Gran Mapatxe quiera (sin cebolla).
Y ya está. Creo que ya he dicho lo que quería decir. Ahora no sé cómo salir de este embrollo. Tal vez, ya que nadie me ve, debería acabar este texto confesando que
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Hala, despáchate a gusto. Pero ya sabes, pórtate bien o te despacho yo a ti, que para eso soy un mapache rabioso.