viernes, 26 de abril de 2013

Angeladas (Work in progress)


CERO

Cruces de madera y bolas chinas hechas de esparto. Eso le regalaré a mi jefe cuando deje el curro. O eso o le quemo la tienda, y como la gasolina está taaan cara...

Hace un rato la nevera ha intentado devorarme. Qué horror, tendrías que haberla visto. Los yogures y la carne y los champiñones ahí, saltando de emoción sobre las bandejas ante la idea de masticarme durante un rato. Por suerte el microondas y la plancha han venido en mi ayuda.

Y eso, que los enchufes siguen teniendo dos agujeros. No lo entiendo, con lo bonitos que serían si fueran como una mesa de billar.


UNO

Abrir un cajón y encontrarte a ti mismo abriendo un cajón, como cuando aquella margarita te pidió que no la pisaras pero ya era demasiado tarde. Entonces el cielo se abrió, las entradas se cerraron y ya todos los calvos fueron felices por los tiempos de los tiempos.

Sigo sin llevar reloj, y remiendo calcetines para matar el tiempo.


DOS

El otro día una abuela la emprendió a bolsazos conmigo porque me pilló haciéndole una foto. Pobrecita ella, tan desvalida, tan indefensa. Después me enteré de que había sido campeona de lucha libre en sus buenos tiempos. Vaya, nunca lo hubiera dicho. Y yo que pensaba que lo de mi nariz rota y las costillas machacadas había sido únicamente fruto de la casualidad...

Hablando de frutos, me declaro fan total de la petanca.


TRES

En un principio, en el feto, éramos dos. Al nacer, mi hermano gemelo tuvo problemas respiratorios durante dos días. Y se murió. Así fue como la soledad crónica se instaló de por vida en mi médula espinalmente dmEnZiAdA.

Treinta y un años y todavía lo echo de menos.


CUATRO

Ayer volví a ver a la anciana que el otro día me arreó una paliza de órdago. Trató de convencerme de que lo sentía mucho y no dejaba de insistir para que fuera a tomarme un café a su casa. Todo muy sospechoso, como cuando miras muy fijamente a un ciego y tienes la sensación de que no sólo puede verte, sino que además puede verte "de verdad". Al final nos despedimos como buenos amigos, la anciana y yo, digo.

Y al girar la esquina, una turba de ardillas rabiosas la devoraron con delectación y extrema avidez.

Me la suda tu ojo de pez.

He dicho.


CINCO

Quisiera ser capaz de sonreír como lo hace el mapatxe de mi avatar.


SEIS

Hasta hace relativamente poco, todavía formábamos una familia "casi feliz". Sobre mi hombro derecho: Mertzer K., mi diablillo custodio; y sobre mi hombro izquierdo: Ángela Levinelli, mi ángel de la guarda.

Y entonces, un día, pataplaf, Mertzer desapareció. Así, por las buenas, sin dejar una nota de despedida ni nada. Bueno, algo sí que dejó, pero dudo que una factura de casi 2.000 euros en llamadas al teléfono erótico pueda considerarse como una declaración de principios.


SIETE

Estoy planchando un salmón zurdo cuando veo a la japonesa que vive en mi armario acercarse fantasmagóricamente hacia mí. Está pálida, con ojeras negras y orejeras de terciopelo azul. Valga decir que, del tremebundo susto, el salmón sale por patas.

La japonesa se me planta delante, y yo ya no sé a quién culpar por mi bien documentado desastre personal. Se me eriza el vello en la nuca.

La japonesa saca un erizo del bolsillo trasero de sus tejanos y dice:

-Joder, qué resaca llevo...

Y:

-¿Qué te dijo la Bacall aquella noche, bajo la marquesina?


Mi ángel de la guarda aparece con el salmón debajo del brazo, bosteza y dice:

-Me evaporo.


OCHO

"Más vale pájaro en mano que ciento volando", dijo Alguien.


-Pamplinas -dice mi ángel, y añade-. ¿Cuántas piedras tenemos, Jota?

-Pues... así a ojo... yo diría que unas mil novecientas setenta y siete.

-Suficiente. ¡Al loro, que ya vienen!

-¡Áyva, qué de pájaros!

-¡A por ellos, Jota, a por ellos! ¡Que no quede ni uno!


NUEVE

He descubierto que la palabra "maracas" consta de tres sílabas. La primera es "macedonia de puerros salvajes". La segunda ya no la veo, quemé la tele. La tercera salió corriendo porque la vencida va hacia ella. Y no la culpo.

¿Lo pillas? "A la tercera va la vencida".

Jojojo.


DIEZ

En Alcohólicos Anónimos me siento como en casa. Siempre. Sea la ciudad que sea, los rostros son distintos, pero ahí todos hablamos el mismo idioma.

Mi ángel de la guarda deja de sorber la cuenca del ojo felino y dice:

-Joder, Jota, no irás a empezar otra vez con las batallitas del abuelo, ¿no? ¿Me pasas el lanzallamas?


ONCE

Todas las cicatrices del mundo son la misma. Unas gotas de agua helada en la nuca, "El Gran Arcano del Ocultismo Revelado" de Eliphas Levi. El Hermetismo apareció ante mi en toda su gloriosa verdad, yo pisé los cordones de mis Naykis de imitación y me pegué la gran hostia. Dolió, pero no tanto como pensaba. La estupidez reinante dolía más. Por dentro.

Claro que grité cuando ese doctor me retorció el brazo para poner el hueso en su sitio, pero créeme, por un momento deseé que no acabara tan pronto.


DOCE

Campanadas. ¿No las oyes?


TRECE

La sombra de lo incierto es alargada, y si alguna vez me veis escribir más frases ampulosas como "La sombra de lo incierto es alargada", por favor, grapadme la lengua a una puerta corredera.


CATORCE

Mientras Ángela (con la sartén todavía en la mano) y yo observamos embobados el techo de la cocina, los campos de amapolas brillan y la radio brama:

-Están ustedes escuchando el 14.11 de la FM. Les acompañaremos durante las próximas vidas, y prometemos no empujarles a las vías. No hasta que el tren pase, al menos (redoble de tambores y platillo chispeante).

-¿En serio? -Pregunto.

-En serio. -Responde mi ángel.

-Pues no estoy seguro de si alegrarme por vosotros o compadeceros, la verdad... Se me hace raro.

-Tampoco es para tanto.

-Raro-raro-raro. ¿Pero en serio los ángeles no podéis enamoraros?

-Nop. Lo más cerca que estuve fue cuando vi aquella sierra eléctrica en la tienda de empeños de la esquina. Era taaaaaan bonica. Toda brillante ella. Me la imaginaba zumbando y hasta el hígado me temblaba, oye.

-Pues si qué.

-Y ahora, las noticias -prosigue el de la radio-. Esta mañana, en una población cercana a Móstoles, otro quinceañero ha asesinado al niño que llevaba dentro. "No me servía de nada", ha dicho, orgulloso, el muy mentecato cuando nuestra reportera le ha acercado la grabadora a los morros. Acto seguido, ha pellizcado a la intrépida reportera en el trasero (vítores y aplausos).


Ángela y yo salimos de la cocina.

Cinco minutos después, la tortilla se despega del techo y cae al suelo.

QUINCE

(Silencio Absoluto. El escenario es muy grande y está casi vacío. Sobre él, únicamente 700 samoanos sedientos y golpeando la cabeza contra el suelo a intérvalos de dos segundos. El tramoyista intenta bajar el telón, pero sólo consigue unos días de baja por tener la tensión ídem. Pasa un barrendero septuagenario y amenaza a los samoanos con quitarles el "samo" del nombre si no se largan del escenario a la voz de "ya". Los samoanos, asustados, desaparecen. El barrendero sale. Un ángel entra por la izquierda. Es una niña de siete años con el pelo negro recogido en un par de coletas la mar de resultonas. En la lejanía, un gato maúlla.)


ÁNGEL(a).- ¡Oh, qué apatía tan apática la mía!


(Aquí se supone que un foco iluminará súbitamente la parte derecha del escenario, donde descubriremos a El Conde de lo Trágico sentado sobre una butaca de terciopelo roja con elefantitos dibujados en los reposabrazos. Y remarco lo de "se supone" porque como nos han recortado el presupuesto a su mínima expresión no nos ha llegado para focos, lo único que hemos conseguido es un león marino que llamará la atención del público sobre El Conde palmoteándole repetida y sonoramente la cabeza -al Conde, no al público-.)


CONDE.- ¿Qué te ocurre, Ángel? ¿Acaso esta noche eterna trufada de desdicha ha terminado por hacer mella en tu talante?

ÁNGEL(a).- ¿Lo qué?

CONDE.- Que qué te pasa...

ÁNGEL(a).- Joer, pues habla normal, coño, que parece que te hayas papeao a Antonio Gala para merendar y te esté repitiendo...


(Un adolescente con sombrero de cazador y tirachinas cruza corriendo el escenario. Tras de sí, una institutriz le pisa los talones y se los parte. El chico aúlla: "Aúúúúúúú, Aúúúúúúúú".)


ÁNGEL(a).- Hostia, ¿y éstos?

CONDE.- Bah, tú no hagas caso, creo que el autor ha estado releyendo últimamente "El Guardián entre el Centeno del Portero de Noche".

ÁNGEL(a).- Aaaaaaah... Pues eso, ejem ejem, ¡ay qué penita más grande tengo!

CONDE.- Bah, ya será menos... ¿Qué, nos vamos a hacer unas birras?

ÁNGEL(a).- Fale. Además, creo que los samoanos están por volver de un momento al otro...


(CAE EL TELÓN Y LOS APLASTA A TODOS. APLAUSOS ENFERVORECIDOS POR PARTE DEL ÚNICO ESPECTADOR. HASTA QUE EL PRODUCTOR LO DESATA DE LA BUTACA Y SALE POR PATAS)


(FIN)


DIECISEIS

Mi ángel de la guarda cierra la portezuela del horno, marca el código PIN de su zapatófono y dice a quienquiera que se halle al otro lado de la línea:

-Cierra los ojos y repite conmigo: "Soy una cabra, soy una cabra, soy una cabra..."


Qué raro, esta mañana he soñado con barras de pan congeladas, máscaras para sabiondos y besos que nunca daré. LeréLeré.


-Cierra los ojos y repite conmigo: "Soy una cabra y me gusta balar, soy una cabra y me gusta balar, soy una cabra y me gusta balar..."

-¿Pero se puede saber con quién hablas, angeloide?

-Pues no estoy segura, he marcado un número al azar y me ha salido un contestador automático...

-Por cierto, ¿cómo va el pastel de flores?

-En marcha, en un ratico estará listo...


Y cuando mi ángel está a punto de colgar, escuchamos cómo el contestador automático responde: "Beeeeeeee".


DIECISIETE

Mi ángel de la guarda me mira con cara de pocos amigos, se afila uno de los colmillos con una lima de cartón esmerilado y dice:

-Que no, Jota, que no me sale...

-Pero si es muy fácil... Atiende, aleteadora: coges el papel y lo doblas por aquí...

-¿Por dónde?

-Por aquí.

-Aaaaaaaah. ¿Y luego?

-Pues lo doblas así...

-¿Así... cómo?

-Así.

-Aaaaaaaaah...

-¡Y ya está! ¡Tacháááááán! ¡Una pajarita!

-Pues vaya.

-No parece que te haga demasiada ilusión, pajarraca.

-¿Pero para qué sirve?

-Pues... No sé... Son bonitas. Y es divertido hacerlas.

-Los humanos sois una cosa rara-pero-rara de la ostia, ¿eh? Ahora atiende tú, Conde, que te voy a enseñar a hacer una pajarita de las mías... ¿Dónde habré puesto el gatito de la vecina?

-Ángela. No irás a...

-¡Ah, aquí está!

-Meeeeeeeeooooooow...

-Ángela. No estarás pensando...

-Mira. Pones al gato así, todo estirado panza parriba sobre la mesa. Entonces le retuerces la pata hasta que...

-¡Meeeeeeeeeeooooooooooow!

-¡ÁÁÁÁÁÁÁÁNGEEEEEEELAAAAAAAAA!


DIECIOCHO

A veces no sé si veo, otras no sé si simplemente no quiero ver. Sigo sin saber silbar. Junto los labios, pongo cara de boquerón y sólo sale aire.


Estoy aprendiendo a hacer la danza del sol. Para que salga el sol. El del cielo, ese grande y calentito. La verdad es que cada día me sale mejor, quizá sea porque me la invento a cada paso.


Y esta tristeza que a veces viene, me acompaña un ratito y luego se va... Creo que sabe que ya no la quiero cerca. Pobrecita. En ocasiones creo verla a lo lejos, y si ella acierta a avistarme corre y corre hacia mi y me abraza y me besa y me dice cuáááánto me echa de menos... Me rompe el corazón responder con monosílabos a todas sus amables preguntas, pero es que yo... Yo ya no la quiero.


Pobre, pobre... Pobre tristeza.


Cuidado con los autobuses, que esas cosas las carga el diablo.


DIECINUEVE

Aunque a veces pueda parecer lo contrario, los opuestos apuestos se atraen. Y también roban calcetines de chinos en bazares ositos.

Son las 11.04. Ahora. Después será algo distinto, no sé, como distritos que arden o mejillas que lloran. Y oran aunque no sepan porqué.

-¿Por qué? -Pregunta mi ángel de la guarda. Y encasqueta la cabeza del felino bajo la pata de la mesa que cojeaba un tanto.

-¿Por qué qué? -Respondo.

-Que porqué siempre a vueltas con lo mismo...

-Pues no sé, supongo que porque andar en línea recta hacia algo pretendidamente distinto ya está muy visto...

-¿Qué?

-Que me pases la mayonesa, pajarraca.


El fin del mundo a la vuelta de la esquina y yo con este karma.


VEINTE

La música de juguete mola. Y los jarrones hechos con cartón y los columpios con los que los niños salen propulsados tratando de llegar a la luna (para acabar estampados en la pared de enfrente, junto a la panadería).


VEINTIUNO

Cuando no encuentro algo, el primer sitio en el que busco es debajo de la cama. De pequeño me pasaba horas enteras ahí, sobre todo cuando alguien de mi familia numerosa discutía, que era casi siempre. Me gustaba fantasear y pegarme los caramelos de café al paladar. Hablaba con mi gemelo muerto y les escondía las cosas a mis hermanos vivos.

Hay cosas que tienen que hacerse (de los cordones de colores para botas militares de chica mejor hablamos otro día).


VEINTIDÓS

Sé que poco tiene que ver con lo mentado, lo lamento,
pero es que fue en la estación de las Frases a Destiempo,
(con un pie en el andén y otro en el tren)
cuando me encontré pensando sin quererlo, fíjese usted,
en el porqué de reprender al gen del arrepentimiento...


Llegó el revisor y me pegó una patada en el culo.



Alabim, alabam, alabimbombam.


VEINTITRES

Catamarán Circunspecto nació marciano (coloquialmente hablando) y falleció Ingeniero de Sillas y Riñones: su sufrida madre y la amatísima viuda aún lo velan. Hace una semana alguien vendió su silla, la misma en la que estoy en este instante sentado. La máquina de escribir no la quise, ¿para qué?. "De un tiempo a esta parte, con errores así hay cosas que corregir", solía decir, y eructaba. Un poco. Y se le hinchaban los carrillos.


VEINTICUATRO

Allí hace tiempo de eso, de lo otro no sé, quizá, ¿hastacuándodicesqué...? Menuda calamaridad, tú dirás, hilarante que te vas de bareta sin intención de regresar; inhalas, exhalas, inhalas, exhalas, y el viento, ¿qué pasa con el viento? ¿cómo que qué pasa...? pues eso, el viento, ¿qué viento? y yo que sé, alguien debió llevárselo sobre el nido del nostromo, pregúntale a Margaret Kesey Scott, EllaÉl lo sabe.


Me pongo gorros y narices de payaso. Bufanda, a veces. Los ojos, casi siempre, aunque todo sigue borroso.


Un cielo.



...y un cascabel.


VEINTICINCO

A mi me gusta perseguir gaviotas. Lo que me río, sobre todo cuando no me dan de picotazos. Una vez intenté perseguir hipopótamos, pero es que tienen un mal perder tremendo, los jodíos.


Ahora estoy raro, como ingrávido, aunque he subido peso y bajado de las nubes (sólo para un rato).


El buzón sigue vacío, y no sé si tirarme a la piscina o darme otro baño de tu universo.


VEINTISEIS

Mi ángel de la guarda dijo algo parecido la otra noche, si, es casi seguro, aunque quizá las palabras no fueran las mismas... La calle parecía desierta, a excepción de un par de pingüinos y algún que otro esquimal zurdo. The Supremes sonaban a toda ostia y el guardia civil seguía en el suelo, muerto o buscando setas, quien sabe...

Yo no.

Yo no sé.

O sé muy poco.


Pero fue un día bonito.



¡Paga tus impuestos!


VEINTISIETE

Diecisiete más una vez le dije: "No es bueno lamer postes telegráficos en noches de luna llena", pero ella no me hizo caso. Nunca lo hacía, ni dejar de lamer ni el caso, las cosas como son. Pero ese día en concreto, ese día preciso que en realidad era una tarde en la que el reloj de pared marcaba diecinueve horas menos una, ninguno de los dos tenía la menor intención de salir de casa. La tormenta estaba fuera, pero nosotros poseíamos nuestro propio arrebato en el interior del piso. Saltaron chispas cuando me abofeteó, pero no la perdoné porque después me besó, y a partir de ahí todo se hizo confuso.

Como cuando abres el horno y preguntas, dices: "¿Hay alguien ahí? ¿Eh? ¿Eh? ¿Eh? ¡Si la respuesta es SÍ, que hable ahora o calle para siempre, o al menos hasta el martes que viene!"


Uno ya no sabe cómo responder al teléfono cuando nadie es quien llama.


VEINTIOCHO

"Nunca" nunca fue suficiente, no, qué va, pero qué más daba: esa tarde era mía, y de nadie más. Una vez hube tomado la determinación de maldecir a la urbe (o a la polis, como prefieras), comprendí que realmente me maldecía a mí mismo, lo cual no me parecía mal del todo, dadas las circunstancias. Estas no eran demasiado determinantes, las circunstancias, digo, pero esto tampoco importaba. Lo único, "lo único", LO ÜNICO realmente importante era saber que Noviembre siempre era un mes extraño. Siempre lo fue y siempre lo sería, pero mi sonrisa era genuina, como mi inocencia o mis ganas de aprender algo más que nada...

Me hundí bajo las mantas, abrí un buen libro y empecé a leer.


Y desde entonces, nunca he dejado de hacerlo.


VEINTINUEVE

Mi cabeza nunca está donde debería, así de desarrollado tengo el sentido del desorden.

Siempre me ha costado llevar lazos a cuestas, quizá por eso en el costado solo habita una cicatriz... Y mi hígado, claro está.

A tí te da vergüenza que te vean saltando en el salón, pero imagina que te encontraran haciendo volteretas en el techo...

Todos tenemos un ángel de la guarda, excepto los inspectores de hacienda y los Aliens.

Los inspectores, porque dicen que tener ángel ayuda a cruzar pasos de cebra, vale, pero no desgrava...

Los Aliens, porque se los comen.

Ñam-Ñam.


TREINTA

Mi ángel de la guarda dice desde la pantalla del televisor:

-Con todos usteeeeeeedeeeeeeeeeeees: ¡El gatito Voceras! -E imita, con mejor intención que arte, el sonido de una multitud aplaudiendo. Multitud, me veo obligado a añadir, que se reduce a una sola persona. Manca, para más señas.

Realmente necesitas saber esto: Mi ángel ha desmontado la televisión, dejando únicamente el marco donde acostumbra a reposar el cristal-refleja-rayos-catódicos. Así que últimamente se entretiene utilizando el marco a modo de teatrillo diabólico-angelical. Lo que hay que ver.

Salgo al balcón, me siento en el suelo. "Es curioso", pienso, "pero hay algo mágico en tratar de cincelar sonrisas."

-Eso, ahora dátelas de "Escultor Emocional" -dice, desde la televisión, mi ángel.

En la tele, aparece un gato disecado que dice: "Nunca debiste mirar al cielo esa lluviosa noche de Noviembre, pero eso tú ya lo..."

FLOP.


TREINTA Y UNO

La situación es:

Entro en una tienda de muebles de segunda mano y mi ángel de la guarda se abalanza encima de una enorme cama de matrimonio. Con infinito jolgorio, entusiasmo y alborozo, empieza a saltar como una posesa.

-Yuuuuuuuupiiiii, Yuuuuuuupiiiiiiii, Yuuuuuu...

Pero en el último salto se envalentona en demasía, sale despedida (sin indemnización) y su cabeza se incrusta contra el techo. CATACROC. (Chimpúm)

-Eeeeeeeeh, ¿dónde está todo el mundo? Eoooooo, ¿hay alguien ahí? Mierda... ¡creo que he llegado a otra dimensión!

-Lo que has hecho es atravesar el techo, capullina de la guarda... -Digo a las piernas que se mueven compulsivamente sobre mi testa sin cresta (de momento, más adelante ya veremos).

-¿Puedo ayudarle en algo? -Pregunta educadamente un chico joven de perfecta dicción y oculta adicción. En su antebrazo izquierdo, ocultos bajo la camisa, diagramas perfilados con un cutter mal afilado. La improvisada venda hecha con un trozo de sábana impide que la sangre le manche la manga.

A veces me gustaría no ser capaz de ver lo que mis ojos no ven.

-Eso espero... -respondo-. Estoy buscando una butaca maja. Roja con florecitas, a poder ser. Después quiero quemarla.

-¿Perdón? -Dice, amable, el dependiente formal cuya mente está a un paso de la desconexión temporal, y añade-. Creo que no le he comprendido bien...

-Eeeeeeeeeooooooooooooooo... ¿Me se oye? ¿Me se escucha? -Grita mi ángel.

-Da igual. No se preocupe... Volveré más tarde. Quizá coja un tren y me vaya lejos, o quizá no... Tal vez solo me vaya relativamente cerca. En el tren leeré algo, extractos de gente a quien no conozco pero sí. Porque les siento cerca. Probablemente haya alguna anciana sentada frente a mí que me mirará raro, pero empezaremos a hablar, y cuando vea lo educado que soy deseará que sea su nieto. O su amante. Bajaré en la estación cuyo nombre me resulte más agradable al tacto y tomaré un café en cualquier lado mirando por la ventana para ver pasar a las chicas bonitas con rodillas magulladas como las que le gustan a los putos gafapastas. O quizá no. Quizá simplemente me encerraré en casa para escribir la canción más bonita del mundo, pero si alguien me nombra a Van Gogh y su oreja, juro y rejuro y vuelvo a jurar que callo para siempre. Y no es broma.

-Houston, Houston, aquí Ark_Angel77, ¿me recibe? Creo que tenemos un problema...

-Adios, gracias... -Digo al dependiente, que no dice nada, pero piensa tanto y en tantas cosas al mismo tiempo, que sé que siente el corazón a punto de salírsele del pecho. O eso o tiene un Alien dentro, que también podría ser... -...y hágame un favor, sivuplé... Cuídese.


TREINTA Y DOS

Cof Cof Cof.


TREINTA Y TRES

Ganas de morder cabezas cuando tengo a alguien al lado con quien hablar de mil cosas y no puedo hacerlo.

Escribo esto en caliente. En frío, tu cuello me revoluciona.


TREINTA Y CUATRO

El Hombre Al Que Siempre Encuentras En El Ascensor. Qué gran personaje. Ah, su astucia y cómo juega con todos.

Y luego está El Hombre Que Se Limpiaba Los Pies En El Lavabo Del Restaurante. Gran imagen. También lo imagino cortándose las uñas de los pinreles en un salón como el de esta noche. Menudo jolgorio. Tú pidiendo festival de closques y el tío ahí, al lado, con la radial a todo trapo podándose el uñífero pedestre.


TREINTA Y CINCO

Mi ángel de la guarda termina sus cinco segundos diarios de meditación, y al levantarse, me mira fijamente y dice:

-Su cuello no sólo te revoluciona, admítelo.


Lo admito.


Me gustaría invitarte a una botella de ese vino que sé que tanto te gusta (aunque no bebas de él).


Ya está.


Lo he dicho.


TREINTA Y SEIS

"El vértigo a lo mundano", dijo él, "acabará matándote".


A menudo recuerdo sus palabras, tan a menudo como quiero olvidarlas.


TREINTA Y SIETE

No hay espacio en mí para el eterno pasado.

(Yo simplemente camino, ¿sabes?)


Porque aquella mañana estaba el cielo despejado y la clara que bebimos nos dejó medio tontos, sí, quizá fuera por eso, pero tendrás que reconocerme que semejante polvo jamás se vio sobre esta tierra nuestra.


Qué lástima que te murieras, Kate.


Qué puta lástima.


CUARENTA

Mi ángel de la guarda ha empezado la primera fase de su nuevo proyecto. Acojonádome ha al explicármelo. Porque no pinta del todo mal. Literalmente.


Por otra parte, la japonesa del armario se está relacionando un poco más con nosotros. Sobre todo con Bogey, el bogavante. Parecen tener algún tipo de conexión que va más allá del lenguaje verbal, esto es especialmente manifiesto por parte del crustáceo. Más que nada porque no habla ni papa de japonés. Ayer noche se sentaron ambos en el cajón semiabierto de los calcetines partiéndose de la risa como bellacos. En un momento dado, hasta me pareció escucharles canturrear "Asturias, patria querida". Qué bonito. Cuanta (h)armonía y buen rollo. Menudas arcadas me entraron.


En otro orden de cosas, la Serpiente Hortensia y el Maldito Alien han enviado una postal desde República Dominicana de Cuenca. Las vacaciones les van bien. Por lo visto, el Maldito Alien sólo se ha papeado a media docena de guías turísticos, lo que significa que va mejorando en su capacidad de autocontrol. Miedo me da la que puede armarse en el piso cuando decidan volver.


Ángela abre su bloc de notas por la página 13 y lee:

"Despierta.

Hazlo, y que sea de veras."


Mi teléfono móvil suena. Descuelgo.


Oh, no, otra operadora de telemarketing borracha hasta las cejas.


CUARENTA Y UNO

Qué bien salen las cosas cuando uno se propone que salgan bien.
Qué bien.

(Hoy me he propuesto no decirte que quiero acostarme contigo antes de volver al Sur, lamer tu piel morena y respirarte)

(No, no te lo diré)

(Simplemente me materializaré detrás tuyo, besaré tu cuello y...)


CUARENTA Y DOS

Esta mañana, al ir a comprar el pan que utilizo para espantar a las palomas, he visto cómo, en la pared opuesta a la de la panadería, alguien ha escrito en enormes letras mayúsculas con gruesa pintura negra:

"Despierta.

Hazlo, y que sea de veras."


Esto me suena de algo.


CUARENTA Y TRES

Mi ángel de la guarda atraviesa la pared, pasea un rato por Plutón, vuelve, me mira y dice:

-¿Recuerdas todas esas chorradas de "En el principio fue el verbo" que tanto nos gustaban? Si le aguantas la mirada a Ray Manzarek durante más de quince segundos te regalo un caballo en proceso de desintoxicación sin denominación de origen. Qué poco cuesta volver a aquello que tanto odias, y qué difícil resulta acabar una frase que empiece por "qué difícil resulta" sin parecer pedante en exceso. El sexo sólo da más hambre. El amor no se compra al peso. Él, Tú, Ella, Nosotros... ¿En qué momento exacto del proceso la ecuación se complicó tanto? Ever Fallen in love with someone you shouldn´t´ve, que decían aquellos. Que les den por el culo a todos, digo yo ya que veo que tú no te atreves. A todos, sí, a todos (menos a una): a las madres yonkales que pretenden salirse de rositas después de sembrar el infierno; a los padres que te mostraban el oasis para poco después arrojarte de nuevo al desierto; POR CIERTO QUÉ BUENO ESE VINO, LÁSTIMA EL DOLOR EN EL ALMA-QUE-NO-EXISTE, PERO QUÉ BUENO;


no quieres que lo hable pero da igual

todo es siempre lo mismo lo que no se cierra...

-Ángela...
-Dime, pichoncito.
-Cállate.

Por increíble que parecer pueda, lo hace. Callarse, digo. Tampoco se la ve apenada, quizá incluso haya madurado más que yo en estos últimos años. Mírala, angelita mía, ya apenas tortura gatos para lograr conciliar el sueño. Mi tono de voz es parecido al suyo. Inquietantemente parecido.

Ella estuvo ahí desde el principio. Es la única que sigue ahí, de hecho.

"Little Wing" de Hendrix. Si alguien es capaz de concebir un tema de semejante calibre no debería perder el tiempo presentándose a oposiciones de ningún tipo. Recomendaría que se armase con una escopeta hasta los topes de posta lobera y hala, al ministerio a hacer ruido.

Su dolor en mis ojos, incluso sin verlos (ni los suyos ni los míos, aunque los míos siempre andan ocultos tras lentes o lentillas, parece ser algún tipo de estigma. Lentitud en toda regla; mental -cada vez más- y física -os ahorraré los detalles-. Sé que no está bien visto alargar en demasía el contenido de un paréntesis, pero el contenedor aún parece dar de sí blablablablablablablablabla), pero no puedo evitar recordar esa frase que alguien me dijo una vez: "Cuantos más cadáveres a tus espaldas, menos vida ahí dentro".

Ridículo, ridículo, ridículo. Este es el típico caso en el que echaría mano de mi ángel de la guarda para cortar cabezas con cutters oxidados.

Sí, hermanos y hermanas, el mundo de la metalurgia ya no es lo que era. Sólo hay que ver a Lars Ulrich.

El inicio lluvioso de "Quarantined" de At The Drive-In durante un soleado atardecer en un porche de Ibiza, ¿pero cuánto dura el luto interno por aquellos que se van? Dejar que lo diga: N-U-N-C-A. Podría alargarme en ello, pero para eso me hago una paja, que da mejores resultados.

Suena "Redemption Song", y qué puedo deciros, uno no puede evitar pensar que el círculo se cierra. Joe Strummer; el Raval; la coca; la muerte de Kate; Mounir y Phillip; Ibiza; New York; las Dos Haches; los abusos; los cortes; mi abuelo; el cine; "How to disappear completely"; que te calles que no me hables ni me mires ni me tosas; los golpes; nada, nada, nada importa más, nada importa más que seguir respirando, aquí, hoy, ahora...

Contigo.

Una parte de mí ha vuelto, supongo.

Estaría francamente agradecido si alguien me enviara las partes restantes en caso de encontrarlas, gracias.


CUARENTA Y CUATRO

Gloriosas trompetas concatenando inframundanos acordes no logran que la eche menos de menos (sic), tan sólo alejan temporalmente la oscuridad que inicialmente se cernía sobre este folio.

Malditos cernícalos, hállanse en cualquier lado menos cuando se los necesita.

-Argh, argh, argh -farfulla mi ángel de la guarda mientras trata de atarse los cordones de las zapas con la boca, y añade-. Urgh, urgh, ugh.

Por si os lo estábais preguntando: sí, hoy está bastante más locuaz de lo que acostumbra.

Por si no os lo estábais preguntando: no, mañana estuvo mucho menos callada ante lo que escasea.

Después, durante, contra.

"Outrageous". Bonito palabro. Cursaría un Máster del Universo de Inglés únicamente para aprender a pronunciar "Outrageous" correctamente. Poco después lo olvidaría todo, pero queriendo. Excepto las proteínas y su nivel estructural en disposición tridimensional o a mi Panterita en su entera totalidad.

No hay selectividad que valga en lo que a la amnesia selectiva se refiere. Horas lectivas, minutos electrocutados, segundos alopécicos (sin un pelo de tontos).

Apoteosis en grado sumo y tristeza por. Nunca se me dieron bien las matemáticas porque no llegué a aprender las tablas de multiplicar, pero aprendí pronto a contar pastillas y a saber en qué farmacia me atenderían y en cuál no. Gracias, mamá, de verdad. Aún hoy en día voy a comprar aspirinas y tengo la sensación de que el farmacéutico me llevará aparte para decirme que no puedo llevarme nada más. Gracias, en serio.

Una gota de cerveza rodando por mi pecho. Todo semen que no acabe en tu interior es semen malgastado, vacío, apocado.

Apocalipsis Marujil en la hora punta de la pescadería. Meterle catorce cabezas de gambas por el culo al alcalde. Mi prima está pintando el techo del bar de la Barceloneta donde se inventaron las bombas (las de comer). Quiero pintar el techo de la Capilla Sixtina de blanco, y luego ir clavando gatos para que, vistos desde abajo, sus cadáveres formen las palabras: "Espacio libre para publicidad".

Una gota de pecho rodando por mi cerveza. Thom Yorke y los suyos andan por aquí también, hay que ver lo mal que comen estos ingleses.

Ayer soñé con Unamuno, ya tiene cojones la cosa. El ancianito, todo adorable y vasco él, se acercaba y me decía algo del tipo: "Aféitate las putas patillas". Y yo me las he afeitado nada más despertarme, si el bueno de Miguel te dice algo (aunque sea en sueños), tú apechugas y lo haces. A ver si no.


CUARENTA Y CINCO

...pero he escrito una nota, está oculta entre páginas que puedes leer, si te apetece...

Las guitarras de J. Mascis en el "Where you been" de Dinosaur Jr. me reconcilian con el mundo o parte de él. Al resto los aniquilaría sin compasión.

Días de darle vueltas a muchas cosas, de verlo todo un poco más claro; con la suficiente distancia incluso un ciego es capaz de analizar la imagen completa, pero yo nunca salgo en la foto. No quiero, no me gusta.

"Out There". Joder, me duele demasiado la falta de mi hermano Álex. "Yo sé que estás ahí fuera", putas casualidades. Si no me pillo pronto unos auriculares que me revienten los oídos juro que iré por las calles mordiendo cabezas como si la vida me fuera en ello.

He visto esto demasiadas veces, y sé cómo va a acabar. El bajo de "Lounge Act" me sigue pareciendo sublime. Estoy leyendo el libro del pavo que creó Facebook, y la verdad es que me cuesta simpatizar con el resto de inútiles que pululan a su alrededor reclamando su parte del pastel. Al César lo que es del César. Aunque sea un César Podrido de Mierda.

El harpa de "Small Black Flowers That Grow on the Sky". Empiezo a darme cuenta de que estos escritos no son más que notas a pie de página de mi lista de reproducción rockera en Spotify. Quizá lo que me más me revienta es ver a mi madre en sus cabales. En los pocos días en los que eso sucede, no hago más que pensar en cuándo volverá a metérmela doblada. Quiero formar parte de la ecuación, amalgamarme con el mismo núcleo. Olvidaros de los puntos y aparte, incluso en eso (n)os engañaron. Mi mente no funciona como los héroes de mis novelas favoritas. Menuda liberación asimilarlo.

Mis irrefrenables impulsos sexuales; la jodida abuela que se agarra el bolso cuando le devuelvo el abanico que se le ha caído instantes antes; los años que no he malgastado en pensar en todo lo que he dejado atrás y que regresan de golpe, cuando uno menos lo espera; el formidable rostro de Elio Toffana cincelado en un inmejorable (pero no por eso menos vacío y vacuo) blanco y negro.

Siempre me vi a mí mismo como a un catalizador, y ahora me doy cuenta de que lo único que necesito para ser feliz es un catalejo. Del carajo.

¿Qué coño haces leyendo esto cuando podrías estar follando como dios manda mientras "Moving" de Supergrass marca el tempo pélvico?


CUARENTA Y SEIS

Una maleta llena de corchos es una buena maleta. Incluso una maleta vacia de corchos sigue siendo una buena maleta, porque está destinada a los corchos. Y eso es bueno.

Quiero hacerme una balsa. Con corchos. Que flote. La balsa. Gracias a los corchos. Por encima del agua, por debajo mejor que no. Me iré por ahí con la balsa. Siguiendo la corriente. A algún lugar exótico, como Bali o Granollers. Veré mundo, y si me pongo las gafas a lo mejor hasta lo veo nítido. Sobre la balsa. La balsa de corchos. La balsa de corchos que flota. Sobre el agua.


CUARENTA Y SIETE

-Has vuelto. -Digo yo.
-Sí. -Dice él.
-¿Dónde está Ángela? -Digo yo.
-Se ha ido. -Dice él.
-¿No podéis estar juntos? -Pregunto yo.
-Sabes que no. -Responde él.
-¿Pero por qué no? -Pregunto yo. 
-Porque no es sano, no es bueno. -Responde él.
-Pero yo os necesito a los dos. - Digo yo.
-Eso no es cierto -dice él, Mertzer K., mi diablillo custodio desaparecido y reaparecido así, de repente, sin avisar ni nada, pataplaf-. Pero te manda recuerdos. 

Tengo la tentación de preguntar dónde se ha ido, si estará bien, si me echará de menos o si pensará tanto en mí como yo pienso tanto en ella ahora que sé que ya no volverá. Tengo la tentación de responderme a mí mismo, pero...

-Déjalo estar. No vale la pena. Ella no piensa en ti como tú piensas en ella. Despierta. Y hazlo de veras. 
-Me duele. 
-Lo sé.
-Me duele mucho.
-Lo sé.
-Aquí. -Y señalo en el pecho, como si localizar el dolor sirviera para atenuarlo un tanto; jodido iluso. Y pienso: “basta ya”. Y vuelvo a pensarlo: “basta ya”. Incluso lo pienso por tercera vez, muy fuerte, apretando las mandíbulas y tensando los músculos: “basta ya, basta ya, basta ya”. 

Mi diablillo custodio reaparecido me ofrece un cigarro, y lo acepto.

-Te he estado observando todo este tiempo. -Dice. 
-Lo sé. Quizá por eso sea el momento de empezar a mirar por mí mismo. - Digo. 

Llama. Combustión. Inhalo. El dolor va por dentro. Exhalo. 

Y repito. Y repito. Y repito.


CUARENTA Y OCHO

Antonio Pinto me ha compuesto un Réquiem, pero él no lo sabe. 

Oculto bajo un árbol que no puede ni quiere ocultarme siento que el agua fría juega a los dardos con mi cabeza recién afeitada. No estoy seguro de cuánto hace que estoy aquí, pero no importa porque ya ni siquiera me preocupa lo que ella pueda pensar. Me arrellano, espalda contra corcho; calado hasta los huevos y mirando hacia arriba comprendo que las ramas cumplen una función específica. 

Miro instintivamente mis brazos, el cortado/quemado y el otro. Ninguno de los dos me sirve de nada si no son lo suficientemente largos como para abrazarte. Me siento mal por pensarlo y me incorporo, vuelvo a sentarme y acaricio mi despejada y suave testa (mi piel, creo, todavía) desde la frente hasta el cuello. Hago y deshago el movimiento. Miro mi mano mojada y espero unos minutos para que la lluvia vuelva a empañarme. 

Por más que me empeñe, mi vista sigue empeorando: quizá sea porque lo veo todo borroso cuando no estás delante. 

-Supongo que ya estarás notando los cambios -Dice Mertzer, mi diablillo custodio-. Desde que Ángela se fue, quiero decir. 

-Me cuesta delirar. Es más, ni siquiera tengo la necesidad de hacerlo. 

-¿Lo echas de menos?

-Sí. No. No sé. O sí. Tal vez. ¿Eso es bueno o es malo?

-Ven. Quiero enseñarte algo. 

Mertzer enfila camino. Yo le sigo, obediente, y puedo sentir el sonoro perfume de la tierra mojada haciendo vibrar mis suelas y ascendiendo por mis piernas enclenques, acariciando mi pecho y besando mi cuello hasta acabar follando sin compasión mis fosas nasales. 

-Me gusta -dice mi diablillo custodio-. Pero demasiado burdo, sabes que puedes hacerlo mejor. 

Caigo al suelo, y justo cuando me prometo a mí mismo que nunca me perdonaré si lo hago, te vomito. Siento cómo te resistes a abandonar tu refugio cálido, pero una vez empiezo soy incapaz de parar. Tus manos son lo primero en salir, las manos que tantas veces besé y busqué y estreché; las mismas que me hicieron temblar, ésas son las que salen de mi boca ahora, en este momento, y tras las manos: tus brazos. No creo poder aguantar el dolor, y lo peor es que esto no ha hecho más que empezar...

-Aguanta -dice Mertzer, y enciende un cigarro. Sé que sonríe, aunque no pueda verlo. Me da la espalda (intuyo) y añade-. Antes de que te quieras dar cuenta, todo habrá acabado. 

Mi mandíbula cruje y tu cabeza sale de mí. Soy una anaconda expulsando su alimento, pienso, pero no puedo engañarme, no cuando los hombros (tus hombros, los tuyos) ni la espalda (tu espalda, la tuya) abandonan mi cuerpo convulso. 

-Si te hace sentir mejor, puedes ver todo esto como algún tipo de regurgitación emocional Vs. Holocausto Caníbal.- Dice Mertzer, y suelta una carcajada.

Estoy a punto de desmayarme, lo sé, pero justo cuando mi cerebro empieza a liberar endorfinas a mansalva, las piernas salen veloces y yo caigo de lado boqueando como un pez fuera del agua que tiene un anzuelo gigantesco atravesándole la mejilla. Con un ojo sumergido en la tierra y el otro fijo en el cuerpo desnudo igual a mí que hay junto a mí, trato de no pensar demasiado, pero en seguida me doy cuenta de esa frase ya la he escrito antes. 

Deja de llover. No lo hace tan intensamente, al menos, pero sigo siendo incapaz de incorporarme. 

Aún así, veo cómo Mertzer se acerca a mí con algo oculto a su espalda. Mi diablillo custodio no es Ángela, así que sé que no habrá suspense una vez llegados a estas alturas. 

Por eso no me sorprende cuando pone la pala en mis manos y dice:

-Ya casi hemos acabado. Créeme, te sentirás mucho mejor. 


Y yo me miro, miro al cuerpo exactamente igual al mío, miro el rostro exactamente igual que el mío, miro la pala, no miro nada, no miro a nadie, miro hacia "lo que es arriba es abajo" y no encuentro nada. Todo me duele. No me veo con fuerzas de seguir con esto. De seguir viviendo. Toda resistencia es fútil. Tal vez debería haber utilizado puntos y comas en el primer párrafo. Tal vez no debería haber usado tres verbos seguidos en la anterior frase, ni en esta. 

-Hazlo.- Dice Mertzer, mi diablillo custodio tanto tiempo desaparecido. 


Y yo no puedo hacer otra cosa que mirar la pala. 



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