Durante cuatro días del pasado mes de junio, Barcelona y su Arts Santa Mònica acogieron un ciclo de proyecciones y mesas redondas bajo la bandera Cine Low Cost. "¿Y qué es eso de Cine Low Cost?", intuyo que te preguntas. Tranqui, Desirée de Fez (coordinadora y programadora del proyecto) te lo cuenta a grandes rasgos: “Más que explicar nada, es un modo de intentar entre todos saber en qué punto estamos, qué cine se está haciendo aquí y si este cine de bajo presupuesto es una alternativa o un relevo”.
Suena bien, ¿eh? A mí también me sonó genial cuando lo vi anunciado. Además, en el programa se incluían charlas con gente a la que respeto más allá de lo que el decoro me permite confesar en público, amén de proyectarse piezas y alguna que otra peli que llevaba mucho tiempo queriendo ver, así que no me lo pensé dos veces, trinqué la TrágicoMochila y hala, para allá que me fui grabadora y cámara en mano dispuesto a aposentar mi culo mapatxil en la primera fila.
En esta segunda entrega, los imprescindibles Quim Casas, Jordi Costa y Pablo Muñoz (aka Alvy Singer) analizaron el cada vez mayor protagonismo del hype en el mundillo cinematográfico, amén de hacer lo propio con el cada vez más protagonista papel de las redes dentro del contexto de la crítica. ¡DISFRÚTENLO!
Nota: En el caso hipotético de que todo esto os resulte interesante, no dejéis de pasaros por la primera entrega de estas crónicas, protagonizada por Jaume Ripoll (Filmin), Àngel Sala (Festival Internacional de Sitges) y Carlos Ríos (Festival Cine d´Autor BCN).
///Promoción y crítica: La construcción colectiva del hype vs. el crítico como prescriptor///
ALVY SINGER
Buenas tardes, me gustaría empezar definiendo un poco el título de la mesa. Para quien no lo sepa, el hype es un término anglosajón que se popularizó a través de la crítica musical y que se refiere a un alto número de expectativas a la hora de recibir una obra. La prensa musical lo empezó a utilizar cuando la música pop se volvió un poco coñazo. Es decir, como se suponía que los Oasis tenían que ser los nuevos Beatles, pues se creaba una especie de hype. Lo que ocurre es que el hype, en la era Internet, se ha traspasado también al mundo del cine e inevitablemente ha contaminado al lenguaje de la crítica. Así que cuando me pregunté cómo podemos empezar a hablar del hype y cómo articular un discurso sobre el crítico de hoy en día, pensé en tres ejemplos recientes que estoy seguro os serán familiares. Las películas a las que me refiero son muy distintas entre sí pero a la vez muy significativas. A saber, hablo de Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal, Terminator Salvation y Super 8.
El accesorio que todo fan de Indy debe poseer. |
¿Qué tienen en común estas tres películas? Las tres se estrenaron en verano, por lo que entrarían dentro de esa categoría que conocemos como blockbuster veraniego, y las tres son un claro ejemplo de hype en el sentido de que meses antes de su estreno, desde los medios ya teníamos un discurso configurado sobre porqué teníamos que ir a verlas. Cuando se iba a estrenar Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal, no sé si os acordáreis, pero parece que habíamos estado (así, en plural mayestático) echando terriblemente de menos a los héroes de acción de los 80. ¡Estábamos huérfanos, necesitábamos que viniera Indiana Jones! Pero se estrenó la película, pasó un año y nos encontramos con que seguíamos adelante con nuestras vidas de mierda, ¿no? No pasó nada.
Terminator Salvation creó también muchas expectativas. Me parece un ejemplo muy interesante, porque en este caso vimos cómo una mitología configurada por James Cameron en los años 80 (al fin y al cabo un producto de serie B que sólo se vería amplificado en la segunda parte) se mezclaba con el universo Nolan al contar con la presencia de Christian Bale o la participación no acreditada del hermanísimo Jonathan Nolan, quien hizo unas revisiones al guión que fueron ampliamente publicitadas en Internet. La película se estrenó y, otra vez, no pasó nada. Otra bajona. Seguimos con nuestras vidas.
Y el año pasado descubrimos que lo que tenía preparado el hype para nosotros era que habíamos estado echando de menos el cine de los 80 de la casa Amblin, la productora de Steven Spielberg que trajo al mundo películas como E.T., Gremlins o Poltergeist. La película se estrenó también con un discurso hiperconfigurado tipo "La nostalgia por ese tipo de películas familiares de los 80 os va a hacer volar otra vez....". La película contaba con la producción del propio Spielberg y la dirigía nada más y nada menos que J.J. Abrams, co-creador de Lost, creador en solitario de series tan maravillosas como Alias o responsable de una gran reinvención de Star Trek estrenada también en esas fechas.
No puedo entrar a valorar virtudes y defectos de estas películas porque no creo que proceda, pero si las he escogido es porque estos productos del hype venían con un discurso tan configurado que al recibirlas, ese mismo discurso dejó de importarnos. Las tres han demostrado que pasada la prueba del tiempo, pasada la prueba de la expectativa, estaban condenadas a una progresiva irrelevancia. Son películas absolutamente caducadas que nadie tiene ganas de volver porque ya han perdido el sentido, y lo han perdido a base de machacarnos durante tanto tiempo con trailers, avances o imágenes.
Y lo peor de todo es que, como crítico, yo me sentí atacado en el sentido de que me estaban vendiendo ya un discurso del cual me veía obligado a partir. Cuando haces una crítica tienes que usar una retórica, pero es que con el hype la retórica queda supeditada a lo que nos dice la campaña publicitaria. “ESTAMOS ESPERANDO EL CINE DE LOS 80”, y se supone que yo tengo que partir de esa base.
¿Qué pasó? Los que vivís en Barcelona sabréis que hay una campaña maravillosa llamada Phenomena que se dedica a hacer sesiones dobles de películas de los años 70, 80 y 90. Es una experiencia fantástica, las películas se presentan en versión original con trailers y si os recomiendo ir es por muchas razones; no solamente para disfrutar de las películas sino para prestar atención a qué ideas subyacen debajo de Phenomena.
Alvy Singer La gente le grita por la calle: "¡Phenómeno, quéreh un Phenómeno!" |
Lo primero que me chocó cuando fui a ver hace un año Regreso al futuro fue comprobar que el público no se reducía a un buen puñado de treintañeros como yo pensaba, sino que había gente de mi edad y de los años 90. Entonces, ¿cómo pueden / podemos sentir nostalgia de Regreso al futuro? Bien, la sentimos porque la vimos en televisión y nosotros creemos que esas películas eran también nuestras películas. De alguna manera, lo que hace Phenomena es programar películas con un único motor: la nostalgia, y ese único motor viene sin discurso previo, viene sin nada más que añadir. Oséase, la nostalgia es que John Carpenter es lo mismo que Ridley Scott, o que Los Goonies significa lo mismo y ocupa el mismo lugar en la tradición cinematográfica que Alien, el 8º pasajero. Y eso, como experiencia festiva, es un discurso magnífico, porque ir a Phenomena es ir a pasárselo bien y recuperar el cine como experiencia catártica, pero al mismo tiempo Phenomena es lo contrario a una tradición o a un crítico. ¿Por qué? Porque no hay discurso, no hay programa, sólo hay experiencia nostálgica y festiva, por eso Phenomena es la mejor respuesta posible en la era del hype.
No sé si recordaréis a George Lucas, ese señor con tendencia a inventar ositos de peluche y monstruos irritantes pero que antaño fundó el blockbuster con Star Wars. Además de eso, yo creo que intentó crear en esta era del hype una paradoja digna de sus películas. A saber: cuando estrenó el Episodio I, Internet se volcó en él. Yo era niño y recuerdo que me enseñaron el trailer en un Quicktime cutre y lamentable, pero todo el mundo estaba hiperexcitado, y cuando se estrenó, la red entró en cólera desembocando en una especie de guerra de nerds en la que unos decían que era maravillosa y otros decían que era insufrible porque el personaje de Jar-Jar Binks era tonto.
Jordi Costa, uno de los críticos aquí presentes, produjo una notable pieza de crítica que se publicó en Fotogramas. Hablamos de 1999, y la revista tuvo la grandísima idea de incluir la película en "El debate del mes". Dicho debate recogía básicamente estos dos postulados: el del hombre nostálgico que afirmaba que eso no tenía nada que ver con su Star Wars; y el del hombre a favor, que en este caso era Costa.
Lo interesante de la crítica de Costa es que proponía una maniobra intelectual, que creo que es la que debemos llevar a cabo cuando nos enfrentamos al hype, consistente en releer Star Wars treinta años después, y en esa relectura no había cabida para esas palabras vacías que muchas veces usamos al hablar de una película que nos gusta: LA MAGIA, SOÑAR... No, Star Wars era una película de aventuras camp bastante tosca narrativamente. Porque vamos, que la película tarde más de media hora en arrancar... Yo no tengo nada en contra de Kurosawa ni de las imitaciones que de él hizo Lucas, pero sentarme a ver a dos putos robots dando vueltas por el desierto no era mi idea de una película de ciencia-ficción, es una bajona y encima el único combate que hay lo protagoniza un viejo Y MUERE.
Evidentemente, recordamos esa trilogía original por el impacto que tuvo la segunda entrega, y lo que Costa dijo en su crítica del Episodio I fue que Star Wars siempre había sido camp. Para quien no lo sepa, camp es como se denomina a una especie de seriedad que acaba fracasando, o una estética muy determinada casi inscrita en la estética inocentona del pulp. A grandes rasgos, la conclusión de Jordi Costa era que Star Wars: La amenaza fantasma no solamente es buena sino que además amplía la imaginería de Star Wars y la hace mucho más potente.
Este verano vais a escuchar hasta que os muráis que hemos estado esperando 30 años a que Ridley Scott dirigiera una película de ciencia-ficción. Lo siento, chicos, YO NO LO HE ESTADO ESPERANDO porque han aparecido por el camino Duncan Jones, Nacho Vigalondo y un largo sinfín de directores que me parecen más interesantes o conceptualmente más arriesgados que Ridley Scott. Y sí, me encanta Blade Runner, pero la posición que debemos tener como espectadores en la era de Internet es una posición privilegiada desde la que inventar o encontrar nuestras propias tradiciones, del mismo modo que releer el hype es también releer y mantener una relación crítica con el pasado.
Cuando nos digan que The Dark Knight es El Padrino... Hombre, estaría bien que nuestra posición fuera: “El Padrino está muy bien, pero Visconti está muchísimo mejor”. Echadle un vistazo a El Gatopardo y cuando veáis a Marlon Brando en la boda de su hija os va a entrar un poco la bajona. Será entonces cuando podremos discutir entre todos sobre qué hacemos con nuestra tradición fílmica.
Para ir acabando me gustaría explicar una experiencia personal. Ocurrió en el Festival de Sitges del año 2007. Os acordaréis de que ese fue el año en el que, en teoría, todos estábamos “esperando” para ver cómo Harry Potter entraba en la Oscuridad... Lleva entrando en la Oscuridad desde el 2003, pero cada vez que se estrena una película de Harry Potter, los titulares de los periódicos dicen: “HARRY POTTER SE HACE MAYOR, ES MÁS OSCURO”. No, el actor está un poco más pocho, pero no pasa nada...
Fue ese año cuando tuve dos experiencias que me cambiaron la vida (profesionalmente hablando) y que me descubrieron la importancia del Cine Low Cost. Todo ello gracias a, nunca lo olvidaré, [•REC] de Jaume Balagueró y Paco Plaza y Los Cronocrímenes de Nacho Vigalondo.
El primo de la Niña Medeiros. |
Antes hemos hablado del hype. Pues bien, [•REC] es la perfecta metáfora del antihype. En aquella época el fenómeno Zombie todavía estaba un tanto más moderado y no era la pesadilla mainstream que es ahora. Así que cuando entras a ver [•REC] sin tener ni idea de la película (porque absolutamente nadie estaba esperándola) y te encuentras la estética de España Directo, la estética de Berlanga, una comedia sutilísima donde todos los personajes se detestan, incluso la estética de películas italianas con ese plano final, la mujer anoréxica acercándose, algo absolutamente deslumbrante... Es entonces cuando tienes que obligarte a ti mismo a replantearte como espectador tus herramientas como crítico, porque no puedes definir [•REC] como una gran película de zombies en la tradición de George A. Romero, ni hablar, esto es una película de vecinos y mala leche española, es un vodevil magnífico.
Cuando vi Los Cronocrímenes tuve incluso una ruptura mayor, porque tiene dos influencias confesas. Una podría ser La invención de Morel, la magnífica novela de Adolfo Biel Casares, la historia de un náufrago que se enamora de una ilusión y que descubrirá que ésta está generada artificialmente por un profesor; y la otra, Doble Cuerpo, la maravillosa película de 1984 de Brian de Palma, que os recomiendo encarecidamente pese a que los críticos nos hayan dicho que De Palma es un imitador de Hitchcock. A ver, es que no tienen nada que ver: uno es un moralista y el otro es un erotómano, como la noche y el día.
Los Cronocrímenes rompió no solamente todas mis expectativas sino también mi manera de hacer crítica. Es decir, cómo encuentras las palabras adecuadas para hablar de una película de paradojas temporales de la hostia que transcurre a veinte metros de casa. No te queda otra opción que no sea revisar tu propia tradición literaria y fílmica. Ésa es para mí la mejor respuesta al hype: que los críticos y los cineastas no se fundan en uno, sino que vayan al mismo tiempo descubriendo tradiciones fílmicas perdidas y tradiciones literarias o artísticas nuevas de cualquier tipo. Yo siempre he dicho que mis mejores momentos como espectador, y éstas dos películas son un claro ejemplo de ello, han sido cuando me he encontrado sin saber dónde colocar algo porque tengo que encontrar las palabras correctas para hacerlo, y esto por desgracia sucede cada vez menos en este momento industrial tan confuso pero a la vez tan excitante que estamos viviendo.
Posiblemente el último ejemplo de todo esto sería Diamond Flash. Es una película que no váis a saber donde colocarla pero no importa, váis a tener que esperar y eso es lo que vale la pena: encontrar las palabras, encontrar vuestra tradición, encontrar los referentes y aprender a leerlos de nuevo. Ver una película es también ver una forma de pasado y es así como podemos construir el futuro.
JORDI COSTA
Quizá no sea una definición totalmente correcta, pero llevo tiempo diciendo que para mí el hype es el cultivo de cierta necesidad de consumo cultural, que se exacerba de una manera patológica en determinados ambientes y luego se desvanece...
Jordi Costa Haciendo la mili en Dirigido Por. |
De todas maneras, a mí me parecen muy interesantes las transformaciones y los cambios sustanciales por los que está pasando la crítica cinematográfica. Hoy en día todos tenemos las herramientas para convertirnos en críticos con cierta exposición sin necesidad de acceder a los medios profesionales ni “hacer la mili” como tuve que hacer yo en la revista Dirigido Por, donde me tiraban al suelo, me rociaban la litera de amoníaco y la incendiaban... Bueno, la verdad es que ahora acabo de exagerar bastante, pero sí es cierto que se han evaporado esas fases previas y eso de por sí ni es bueno ni es malo. Además, favorece el relevo generacional y la aparición de nuevas voces no contaminadas en un ámbito profesional que es muy reticente, estático y poco fluído.
Eso sí, el tener ciertas herramientas no te convierte de por sí automáticamente en un crítico interesante. Hay muchísimos blogs que lo que hacen es intentar emular lo peor de un tipo de escritura (vicios incluidos) de la crítica que encontramos en los medios profesionales, pero esa proporción minoritaria de blogs que entienden las claves de lo nuevo que está surgiendo sí valen la pena porque sólo puede enriquecer, estimular y de hecho poner en guardia al crítico profesional.
También hay un fenómeno aceptado por la industria y las propias productoras y distribuidoras que está directamente relacionado con el hype, y es que de repente se ha otorgado un poder altísimo a las comunidades de fans que generan, aceptan y magnifican esa especie de opinión monolítica previa de la que hablaba Alvy, ¿no? Noel Ceballos comentaba en Twitter que ya empieza a notar una gotita de sudor frío al imaginar lo mal que lo vamos a pasar cuando tengamos que enfrentarnos con los fundamentalistas de The Dark Knight Rises, que ya creen que esa película va a ser ABSOLUTA y que cualquier opinión disidente o contraria merece ser fustigada, necronizada o incluso linchada.
Muchas veces el hype adopta la forma de pelotón de linchamiento que exige al creador que su película se ajuste a la idea preconcebida que tiene esa comunidad de fans, cuando lo deseable sería que el análisis de los críticos fuera diverso y generara un montón de lecturas distintas. Esta situación ha creado monstruos (que a mí no me disgustan del todo) como la trilogía de El Señor de los anillos, un claro ejemplo de película que no acaba nunca. Estaría bien que el señor Peter Jackson y su esposa y guionista Fran Walsh hubieran aprendido que el cine gana como lenguaje sintético y no debería limitarse a ser una mera ilustración de las palabras del señor Tolkien.
Jordi Costa Le daría un beso de tornillo a Jar-Jar Binks para poder merendar en la cafetería de El Corte Inglés. |
Estos pelotones de linchamiento llevados a cabo por fans fundamentalistas, en el fondo están moviéndose a través de un impulso meramente publicitario. Es gente que está haciendo publicidad gratuita por una especie de amor imperativo hacia determinados fragmentos de la cultura popular. Y esto me recuerda a dos cosas que he visto recientemente, que sí que tienen que ver con el Cine Low Cost. No sé si habéis visto un falso programa llamado Go, Ibiza, Go! realizado por Los Pioneros del S.XXI. Ellos juegan a hacer publicidad “a la fuerza” de marcas que no saben que están siendo anunciadas. Esa estrategia también la vi en otra creación que me parece excepcional como es Coneix la teva ciutat, de los Venga Monjas. En el especial navidad del año pasado hay una especie de publicidad “a la fuerza” de la cafetería de El Corte Inglés. Es una publicidad muy agresiva, e imagino que a los señores que llevan la imagen de esos grandes almacenes no les apasiona la idea de estar asociados con conceptos como beber un vaso de sangre de perro o matar a una familia entera para poder comer en la cafetería de El Corte Inglés. Pues lo que hacen Los Pioneros y Venga Monjas es un poco la versión exasperada de lo que están haciendo realmente estas comunidades de fans, que de repente propagan un discurso publicitario gratuito y pasivo porque sí.
Alvy ha dicho antes una cosa muy interesante, y es que el ejercicio de la crítica sólo cobra sentido cuando te enfrentas a una película que te obliga a partir de cero y romper tu lenguaje para explicarla. En el fondo es lo que decía el crítico gastronómico Anton Ego en Ratatouille. En el imaginario colectivo ha quedado la frase de “lo que decimos que es una porquería tiene más valor que cualquiera de nuestros textos en los que decimos que es una porquería”. Todo el mundo se acuerda de eso para desautorizar a la crítica, pero no tantos recuerdan la segunda parte del monólogo, que es mucho más interesante, en la que el mismo Anton Ego dice que “el crítico sólo cobra sentido ante la defensa de lo nuevo y cuando de repente tiene que descubrir un nuevo lenguaje para explicar algo que no acaba de comprender o que le ha desarticulado”.
En este contexto en el que estamos, yo creo que el gran peligro al que nos tenemos que enfrentar no son las voces nuevas, al contrario, las tenemos que leer, recibir, apreciar, y de hecho integrar, para dinamizar este gremio que ha estado viejo y artrítico durante muchos años. Ahí no está el peligro, el peligro está precisamente en el lenguaje publicitario que cada vez se infiltra más en todo lo que hacemos.
Pienso sinceramente que es una pena que la información cinematográfica haya acabado convirtiéndose en esto, en poner un nuevo link del enésimo trailer de la franquicia de siempre, sea ésta cual sea. Me parece realmente triste. Creo que lo que tenemos que hacer los críticos es intentar desarrollar un lenguaje, sintonizarlo con estas nuevas obras que están saliendo y combatir la infiltración del lenguaje publicitario. Parece que el único podio al que se nos permite acceder a los críticos es cuando nos colocan una frase o un adjetivo en el cartel de una película: “ASOMBROSO”, así, en letras grandes. Amigos míos, eso no es un éxito, eso es un fracaso. Significa que te has dejado de alguna manera infectar por el lenguaje publicitario.
QUIM CASAS
En mi caso concreto hay dos películas que me rompieron los esquemas. Una es Persona de Ingmar Bergman y la otra es Cabeza Borradora de David Lynch. Son dos películas de las que he escrito bastante por distintos motivos, las he visto bastantes veces y me siguen rompiendo los esquemas hoy en día, especialmente Persona.
Por edad, lo de Low Cost no me pilla demasiado extrañado porque posiblemente cuatro de mis directores preferidos han sido Low Cost, lo siguen siendo o han vuelto a esa categoría después de pasar por fases distintas. Hablo de David Lynch, Jim Jarmusch, John Carpenter y Philippe Garrel. De hecho, de éste último ni siquiera se ha estrenado ninguna película en España.
Jim Jarmusch "No estaba muertoooo, estaba tomando canaaas". |
Cabeza Borradora era una película absolutamente Low Cost, luego Lynch ya se embarcó en experiencias un poco psicotrónicas como Dune, pero al final ha vuelto a ese estadio inicial con su última película, Inland Empire, que se estrena en salas contra sus deseos. Su idea era que se viera por Internet en su web. Carpenter, en sus inicios con Dark Star e incluso Asalto a la comisaría del Distrito 13 está en esa misma línea, y Jarmusch para mí es el único independiente auténtico dentro de toda esta mezcolanza absolutamente horrible que nos han vendido bajo la denominación de cine independiente americano actual, porque sabe que en el momento en el que pacte y se vaya a hacer una película a Hollywood no le van a dejar hacer lo que él siempre ha querido hacer. Recuerdo unas declaraciones del año 84 o del 85, de cuando se estrenó su segunda película, Extraños en el paraíso, en las que él decía: “Bueno, quiero tener un poquitín más de presupuesto en mi siguiente película para que en vez de ser tres miembros del equipo seamos cuatro, pero no aspiro a mucho más”. Bueno, sí, en algunas de las últimas películas están Johnny Depp, Bill Murray, actores de este tipo que siguen transitando de Hollywood al cine indie, pero la verdad es que lo ha cumplido bastante a rajatabla.
A veces echo en falta un fenómeno que ocurrió en los años 60 en este país. Yo no lo viví porque era pequeñajo, pero que sí que conozco gente que me lo ha contado. En los años 60 había dos revistas especializadas que eran Cine Ideal y Nuestro Cine. Unos defendían de manera muy beligerante un tipo de cine y otros el cine contrario. Nuestro Cine, para entendernos, era más de significación política, y en ella escribía buena parte de la crítica que en ese momento estaba afiliada o militaba en partidos de izquierda, y había una cierta crítica con intenciones ideológicas. Estaban, por ejemplo, Ángel Fernández-Santos, crítico de El País antes de que entrara Jordi, o Victor Erice, director de El Espíritu de la colmena. En el otro bando, Cine Ideal era una revista que reivindicaba un cierto cine clásico de Hollywood, y escribía gente como José Luis Guarner o José María Latorre... Y me explicaban, tanto unos como otros, que cuando se estrenó una película (que quiero creer que esta reivindicada por una cierta modernidad pero que en su momento no lo fue) como Charada de Stanley Donen, la gente iba a ver la película dos o tres veces, y en el caso concreto de Charada se producía en la propia sala una especie de batalla campal entre los críticos de Nuestro Cine, que la cuestionaban y decían que era el tipo de cine de Hollywood absolutamente banal y sin ningún interés, y la gente de Cine Ideal que la defendían e incluso, como me comentó una vez José Luis Guarner, que era de los que la defendían, brindaban con botellas de champán y vasos de cristal, una cosa absolutamente lógica y coherente.
Ahora puede haber piques entre revistas o piques entre medios, pero evidentemente la situación es completamente distinta. Como comentaba Jordi, la crítica cinematográfica es un gremio bastante conservador y artrítico, aunque creo que básicamente esto sucede por una cuestión meramente económica. Es decir, a la gente no le gustaba que salieran nuevas voces porque básicamente podían quitarles el sitio. No voy a decir que no haya cosas interesantes en los medios convencionales, pero algunas de las piezas más interesantes que he leído en los últimos tiempos no las he encontrado en revistas de papel impreso sino en catálogos de festivales, blogs personales o revistas digitales.
Algo que me parece fundamental y que me parece horrible que se haya perdido en la crítica oficialista de los medios profesionales es la curiosidad. Creo que no puedes ejercer la crítica de cine, o la crítica de música, o la crítica de fotografía, la de cómic o de cualquier otra cosa si has perdido esa curiosidad que yo, desgraciadamente, en gente de mi edad y alguno incluso más joven que yo, han perdido por completo.
Quim Casas Fijáos bien, ahora mismo está leyendo este pie de foto Y LE GUSTA. |