lunes, 11 de marzo de 2013

Cronicalia: Jornadas Cine Low Cost IV / Juan Cavestany / "Dispongo de barcos".




"Tengo que reconocer que ver de nuevo Dispongo de barcos después de dos años me ha producido un poco de angustia. Ha resultado extraño, como si estuviera viendo la obra de otra persona. Además, la película también habla mucho de nuestro propio esfuerzo y desesperación para hacerla; en ese sentido hay algo autobiográfico. De algún modo, la mayor satisfacción ha sido hacerla y terminarla.

Todo el proyecto surgió de un cortometraje que hicimos hace tiempo entre un grupo de amigos, en el que generamos un tipo de humor y un lenguaje propios. A mí me gustaba mucho la idea y quería seguir con esos personajes, así que escribí un guión contando el antes y el después del atraco. 

Ni siquiera intentamos buscar financiación más allá de nuestro círculo porque teníamos claro que nadie querría poner un duro en ella. Con algo de dinero que invertimos Antonio de la Torre y yo mismo, llegamos a desarrollar un plan de producción y de rodaje, pero todo se fue viniendo abajo porque era muy difícil encontrar fechas en las que todo el mundo coincidiera. Lo hablamos y en vez de rendirnos nos animamos a ir grabando cuando pudiéramos, en fines de semana en los que los demás no trabajaban... Eso se refleja en la pantalla, especialmente en el aspecto cambiante de Antonio, porque no para de hacer películas y en cada una de ellas luce un look distinto: ahora con el pelo largo, ahora corto, con patillas, sin patillas... Yo intenté unificar todo este disparate haciéndoles llevar siempre la misma ropa a todos, lo cual puede dar cierta sensación de que se hizo del tirón, pero no, el proceso de rodaje se alargó un año y medio más o menos, con otros seis meses para la postproducción, el montaje o retoque de la imagen.

Es una película que no ha dado dinero, recuperamos un poco lo que nos habíamos gastado, pero como modelo de negocio fue bastante nefasto (RISAS). La verdad es que yo la he visto muy precaria. Curiosamente, El Señor está hecha con menos recursos porque me encargué de sonido, montaje y etalonaje, pero creo que se ve incluso mejor. Recientemente he intentado grabar cosas con material técnico más puntero, pero ver el resultado me ha provocado un poco de rechazo, dándome ganas de estropear un poco la imagen para obtener un resultado que no sea tan preciosista (RISAS).

En Dispongo de barcos llevamos sonidista, por eso tiene un acabado profesional en ese sentido. Luego sí que hay cosas dobladas en un estudio profesional. La calidad del sonido sirve un poco para compensar la precariedad de la imagen, era un aspecto que lo veíamos fundamental. Es una perogrullada decirlo a estas alturas, pero el cine es imagen y sonido, y si falla el sonido es algo que afecta muchísimo a la percepción o el disfrute de la película.

Juan Cavestany disponiendo de barcos Low Cost.
Me da un poco de reparo decir esto porque puede sonar arrogante o presuntuoso, incluso es algo que me han echado en cara en alguna ocasión, pero estos son trabajos que están hechos absolutamente de espaldas al público. No es una especie de “cerramiento autoral” en plan de que “soy cojonudo y no tengo que demostrar nada”. No es eso. Es más bien un miedo a saber que si pienso demasiado en el espectador mientras hago algo, me voy a equivocar. Así que sólo cuento con lo que sé hacer o me apetece o me creo, con la esperanza de que luego se lea como una cosa que te puede gustar o no, pero es honesto. La película es una colección de cosas que quería y me apetecía grabar.

Una de las cosas que más disfruté de El Señor o Dispongo de barcos fue el hecho de poder ir por ahí probando cosas en la calle. Si encontrábamos un sitio que nos gustaba, pues rodábamos, y si no quedaba bien lo probábamos en otro sitio. En rodajes convencionales tienes que localizar, pedir permisos... Eso te condiciona o te ata a las localizaciones designadas de antemano. La ausencia de medios, para mí, ha sido absolutamente liberadora, dejándome al final del camino con la sensación de que no hay nada que me haya quedado por hacer.

No es que no se pueda explicar de dónde proviene el título de Dispongo de barcos, es que quizá no sea muy conveniente (RISAS). A veces estas cosas pierden su gracia al desvelarlas. El título es una frase de un amigo de hace años, quien nos invitó por SMS a pasar unos días en la playa y, como aliciente final, escribió: “Dispongo de barcos” (RISAS). Me pareció algo rarísimo y se me quedó grabado porque me parecía una frase muy sonora, tenía algo bonito.

Creo que el cine es un trabajo en colaboración, claramente. También tengo que decir que ni en El Señor ni en Dispongo de barcos eché de menos un equipo mayor de gente trabajando en la película. Trabajaba con los actores que se involucraron en el proyecto sin ningún cuestionamento actoral ni de interpretación. Fuimos muy a ciegas. Como digo siempre, no creo que haya única forma de hacer las cosas, ni tampoco estoy afirmando que ésta sea la mejor de todas. Es una forma de hacer cosas concretas. Salió así. Es verdad que la postproducción de la película fue una gran inversión de creer en algo que era un poco mi paja mental. Había algo ahí de “Dios mío, ¿qué estoy haciendo?”. Me sigo quedando con la recompensa que ha supuesto ver que mucha gente la ha percibido como algo honesto.

Hay varios casos reales de atracos o robos que son bastante patéticos. De hecho, yo estuve a punto de adaptar uno para una película que no llegó a salir adelante. El director de una sucursal bancaria le propuso a su hermano que atracara la oficina, pero cuando llegó el día de autos nadie se creyó al supuesto ladrón, que se fue corriendo. El de la sucursal disimuló, hizo ver que no sabía nada... De hecho, incluso a nosotros nos confundieron con ladrones en la escena de la entrada a la nave industrial. Nos habían dejado las llaves para ir a rodar algo, pero como el equipo éramos el sonidista, los actores y yo mismo... Pues claro, seis tíos entrando ahí parecía bastante sospechoso, algún vecino llamó y de repente aparecieron seis coches de la policía municipal. Yo tuve el acto reflejo de apagar la cámara porque me acojoné, pero la verdad es que si lo hubiera grabado, ahí tendríamos un extra cojonudo (RISAS). Era difícil aquello de explicarles que no era un robo y que estábamos rodando una peli de bajo presupuesto... (RISAS).

Para toda esa secuencia utilizamos dos naves distintas. Viendo hoy la película he estado sufriendo porque me he dado cuenta de que está rodado fatal: una de las naves era cojonuda pero no tenía buenos tiros de cámara, estaba llena de cosas y yo no quería que salieran los objetos. Ahí grabamos a los personajes cuando están situados de espaldas a la puerta metálica, pero el contraplano es otra nave a la que fui en otra ocasión sólo con un actor. Llegamos, entramos y le dijimos al tío de la garita que si podíamos entrar porque estábamos mirando localizaciones para un anuncio. Nos dijo que no había problema, pasamos y nos pusimos a rodar. Acabamos, nos despedimos y nos fuimos. (RISAS)

Una cosa que he aprendido rodando esto y El Señor es la generosidad o la inconsciencia de mucha gente. En El señor sale gente a la que no le pedí permiso, así que supongo que todavía tengo que trabajar un poco estos aspectos (RISAS). La escena en la que Antonio está por la calle y se pone a hablar con una señora sucedió realmente. Él estaba ahí haciendo algo, apareció ella y le pedimos que se incorporara, que dijera alguna frase. Él dijo lo de “¡Mamá!” y ella respondió espontáneamente: “Qué más quisiera yo que tú fueras mi hijo”... Y se fue (RISAS)."

Juan Cavestany
Barcelona / 27 de junio / 2012




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